Finalmente, después de diez largos años de controversias y litigios, una resolución judicial dio luz verde a la habitabilidad de las Villas construidas para los Juegos Panamericanos de 2011 en la zona de “El Bajío”. Ya dirá el tiempo -“supremo juez”, lo llamó Paul Dukas- si la larga y tortuosa historia tiene el deseable final feliz, o si, legal y todo, no se está propiciando una atrocidad ubanística, un disparate social y/o un crimen ecológico.-II- La fosa de aguas negras que dejaron como lamentable, nauseabunda huella de su paso los atletas, entrenadores, dirigentes, empleados y acompañantes que participaron en aquellos Juegos, dieron la razón, en principio, a quienes aseguraron que había sido una aberración, del género de las escandalosas y de la especie de las imperdonables, construir ese complejo en una zona de recarga de mantos freáticos, por debajo del nivel de los colectores: inadecuada, por tanto, para el uso habitacional.La decisión se tomó en aquel tiempo para dar gusto al entonces presidente de la ODEPA (Organización Deportiva Panamericana), Mario Vázquez Raña, quien rechazó el plan inicial de construir las Villas en los terrenos adquiridos por el municipio de Guadalajara a inmediaciones del Parque Morelos, con la intención de que contribuyeran al hasta ahora fallido proyecto de repoblar el Centro Histórico de la Ciudad.Abortado dicho proyecto -en parte por el capricho de Vázquez Raña y en parte por la tibieza de las autoridades que sacrificaron un plan que parecía plausible en aras de un antojo irracional-, Guadalajara y Zapopan recibieron una herencia lamentable: tanto los predios aledaños al Parque Morelos como las Villas construidas en “El Bajío”, quedaron en el limbo. Los primeros se destinaron a una hipotética Ciudad Creativa Digital que sigue siendo una incógnita, y los segundos apenas están en vías de aprovechamiento.-III-Los promotores de vivienda que decidieron hacer malabares con ese chayote caliente, están en vías de ganar la apuesta. En poco tiempo -cuestión de meses-, la zona tendrá vida.La pelota queda en manos de las autoridades: del celo con que vigilen el adecuado manejo de las descargas y exijan que otros desarrolladores interesados en impulsar obras similares en la zona, respeten las disposiciones de leyes y reglamentos en materia ecológica. Procurar, en suma, que el impacto ambiental -inevitable, diría Juan Verdaguer, donde quiera que “la mano del hombre mete el pie”- no convierta en maldición la consabida premisa de que “Dios perdona siempre; los hombres, a veces; la naturaleza, nunca”.jagelias@gmail.com