Viernes, 22 de Noviembre 2024

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- ¿Final feliz…?

Por: Jaime García Elías

- ¿Final feliz…?

- ¿Final feliz…?

Después del paro camionero que durante cuatro días puso “patas p’arriba” a Guadalajara y sus cada vez más inabarcables orillas, y afectó a miles de usuarios para los que el transporte público es un servicio de primerísima necesidad, sería sensacional concluir que el episodio tuvo el consabido “final feliz” de las películas mexicanas y los cuentos de hadas…

Sería sensacional… pero no sería cierto.

-II-

Es verdad que las cosas, en ese tema, volvieron a la normalidad; lo cual significa, en cristiano, que el servicio de camiones urbanos en Guadalajara opera desde ayer exactamente igual que antes del paro. Los camiones han vuelto a circular, lo que propicia que trabajadores y estudiantes –sobre todo— lleguen, bien que mal, a su destino. Por contrapartida, la calidad del servicio sigue siendo bastante precaria. Puestos a calificarlo, es probable que los pasajeros concuerden en otorgarle la nota aprobatoria (después de todo, no hay peor servicio que el que no existe, como se demostró de jueves a domingo)… pero la nota, globalmente, no pasaría del seis. Es decir “aprobado… pero de panzazo”.

Que se conjurara, de momento, la exigencia de incrementar a diez pesos la tarifa generalizada (la actual es de siete), significa que el conflicto, en ese aspecto, ha entrado en un receso. No significa, en cambio, que los usuarios vayan a seguir teniendo un servicio barato por tiempo indefinido, porque la secuela del reciente zafarrancho será que la autoridad otorgará el incremento solicitado en cuanto se le baje la espuma al choco-milk… ni, mucho menos, que la calidad del servicio vaya a mejorar cuando eso ocurra.

Valor y precio son cosas muy diferentes. El precio del servicio no está supeditado a la buena disposición (“según San Lucas…”) de la autoridad por proteger la economía de los usuarios, sino a los costos de insumos y demás. El valor intrínseco del mismo dependería de los requisitos que la autoridad debería exigir a los concesionarios del servicio en determinados rubros –la calidad de las unidades, el profesionalismo de los conductores, la pertinencia de las rutas…— pero no se atreve.

-III-

En cuanto a las protestas que, en represalia por el paro y como supuesta presión a las autoridades para que no doblen las manos, promueven algunas organizaciones de la “sociedad civil” (“boicotear” el transporte público o dejar de comprar combustible un día, entre otras), tienen la ventaja de estar amparadas por el derecho al pataleo… y la desventaja de ser tan aparatosas como absurdas.
 

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