Viernes, 22 de Noviembre 2024

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- Experiencia aterradora

Por: Jaime García Elías

- Experiencia aterradora

- Experiencia aterradora

Las imágenes de la secuela de la reciente tormenta en San Gabriel, difundidas por los medios, son impresionantes. Haber visto cómo las aguas de la lluvia torrencial que bajaba de los cerros arrastraba toneladas de troncos de árboles, y éstos a su vez volcaban y arrastraran automóviles, y derribaban y sepultaban a varias personas -tres muertas hasta el reporte de ayer- que probablemente intentaban huir de sus casas y por ello deambulaban por las calles, y que éstas quedaran cubiertas de basura forestal por encima del metro de altura, mientras las viviendas se inundaban, debió ser una experiencia aterradora.

-II-

Sobre los hechos consumados, los afanes de las autoridades y la preocupación de los habitantes se centran en la reparación de los daños: en desplazar al Ejército -cuya misión principal es ayudar a los particulares en casos de desastres naturales- y a los organismos encargados de la protección civil, a auxiliar a los damnificados, y en gestionar el acceso y aplicación de los fondos disponibles para calamidades como esta…

Hasta ahí todo está muy bien. Después de todo, aun en los países del Primer Mundo ocurren contingencias imputables -valga la expresión- a la naturaleza: sismos, huracanes, tormentas, erupciones volcánicas…

Muchas de esas contingencias, empero, tienen, ocasionalmente, un ingrediente adicional: la acción del hombre -los incendios forestales, de los que aquí sabemos bastante-... o la omisión.

-III-

Si es cierto que “la experiencia no es lo que a uno le pasa, sino lo que uno hace con lo que le pasa” (Arturo “Cuyo” Hernández dixit), sucesos como el de referencia obligan a encender luces amarillas. Los ciclos de la lluvia, anuales, son bastante regulares; pero si nunca antes -que se sepa- una tormenta ocasionó daños tan severos en esa población, cabe señalar que si la causa esencial -la lluvia- es ingobernable, una de las causas auxiliares sí es, al menos, controlable: la deforestación en la zona obedece tanto a la ambición de los particulares como a la inacción de las autoridades… o, peor aún, al contubernio -complicidad, maridaje: corrupción, en último análisis- entre unos y otras.

Vendrán, fatalmente, las tormentas ya tradicionales sobre Guadalajara y sus alrededores; volverá a haber incendios forestales, sismos, erupciones volcánicas. Nada nuevo bajo el sol...

Tanto menores serán los daños que tales eventos ocasionen, cuanto más eficaces sean las medidas de prevención que se tomen. Después de todo, ya se sabe que “Dios perdona siempre; los hombres, muchas veces; la naturaleza, nunca”.

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