Viernes, 22 de Noviembre 2024

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- Examen de conciencia

Por: Jaime García Elías

- Examen de conciencia

- Examen de conciencia

La estatura de un partido político -o su grandeza, si se prefiere el vocablo- va en proporción directa con el respaldo que consigue en las urnas. Cualquiera diría, en consecuencia, que el gobernador Aristóteles Sandoval incurrió en una obviedad supina o incluso en una grosera perogrullada, al afirmar, en ocasión de la entrega del doctorado honoris causa de la Universidad de Guadalajara al presidente uruguayo Tabaré Vázquez, que el otrora invencible PRI (“el partido al que pertenezco”, dijo), por lo que se infiere de las elecciones del pasado primero de julio, se convirtió en uno más de “los grandes partidos que ahora pasaron a ser pequeños partidos en representación de la sociedad”.

-II-

Por supuesto, sería insostenible aseverar que los postulados ideológicos del PRI, en sus años de “Vacas Gordas”, fueran determinantes para sus victorias electorales, tan rotundas como sugerían las cifras. Más indefendible aún sería afirmar que sus candidatos a cargos de elección popular contaron con la simpatía, la confianza plena, el crédito a la palabra o la aquiescencia ciudadana  que supuestamente reflejaban los resultados de los comicios. El corporativismo, por una parte; la habilidad para las trapacerías electorales, por la otra, y la escasa presencia de otras corrientes políticas en el ánimo del electorado daban, como suma total, la mascarada de la “fiesta cívica” y la falacia de la victoria aplastante de un partido que, como era público y notorio, no necesitaba convencer para vencer.

-III-

En 2005, Tabaré Vázquez se convirtió en el primer presidente de izquierda en la historia de Uruguay, quebrando la hegemonía de los 175 años en que se alternaban los partidos Blanco y Colorado. Adicionalmente, fue el primer dirigente de izquierda electo dos veces, al ganar nuevamente la presidencia en 2014: algo impensable -salvo prueba en contrario- en cualquiera de los mexicanos que han ocupado la Presidencia de la República, de la que salen cargando, de por vida, el fardo del desencanto popular.

Crítico, pues -exitoso, además-, del sistema político histórico de su país, Vázquez escuchó el “mea culpa” de Sandoval: “En México hemos tenido muy malos ejemplos (que) han manchado la política (…) y han sido el embrión de cambio que se vivió en las urnas”, y, como conclusión, el propósito de enmienda: “Que Jalisco sea una muestra viva de que se puede ejercer el servicio público con decoro, desprovisto de los excesos de la ambición desmedida”.

Como dicen que dijo José Feliciano: “¡Queremos ver…!”.

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