El regreso a clases presenciales en la casi totalidad de los planteles escolares del país, a partir del lunes próximo, como muy bien lo apuntó el Presidente López Obrador al hacer el anuncio correspondiente, implica riesgos; es decir, la posibilidad de que haya daños.En rigor, vale decir que lo mismo sucede con todas las decisiones que se toman en la vida: comer en un restaurante, subirse a un avión para hacer un viaje, y un etcétera que puede extenderse hasta el infinito... La clave, en todo caso, consiste en atender oportunamente las alarmas y en actuar rápidamente para evitar que el daño se consume... o, al menos, para reducir sus efectos perniciosos.-II-Bien. Regresar a clases, como aconsejan muchos especialistas y como recomienda la Unicef, si se hace con cautela, permitirá subsanar los perjuicios (los riesgos de la medida que se tomó en su oportunidad), tanto físicos como emocionales, ocasionados por el receso de más de un año en las actividades escolares a la usanza tradicional: obesidad, desnutrición, ansiedad, depresión, violencia intrafamiliar... Por contrapartida, como lo han advertido muchos padres de familia (alguna encuesta reveló que el 30% de ellos reprobaba la decisión y eventualmente se abstendría de acatarla), por el inevitable contacto físico de los estudiantes con sus compañeros, y de sus progenitores con personas de las que se distanciaron a raíz de la pandemia, implica el riesgo de que se incrementen los contagios.Puesto que la decisión ya fue tomada y anunciada, y puesto que se ha elaborado un manual operativo orientado a que el regreso a clases reporte los beneficios esperados y evite los daños temidos, ahora procede respetar las pautas del método heurístico de “ensayo y error”. Dicho método consiste en probar una hipótesis (por definición, una conjetura sujeta a verificación), verificando si la alternativa -el regreso a clases- funciona.-III-Se trataría, más concretamente, de asegurarse de que los Comités Participativos de Salud Escolar que supuestamente se crearán en todos los planteles -con participación, ojalá que activa y responsable, de los padres de familia-, vigilen el impacto de la decisión; que en cuanto perciban que los contagios ocurren, se proceda a contenerlos, aislando y atendiendo a los enfermos, vigilando a sus compañeros... y aun suspendiendo nuevamente, llegado el caso, las actividades.Después de todo, el tiempo que ya se perdió y el que eventualmente pueda perderse en el capítulo de la educación, puede recuperarse. (Algo que, por desgracia, no sucede con la vida).Así que...jagelias@gmail.com