Viernes, 22 de Noviembre 2024

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- Efeméride

Por: Jaime García Elías

- Efeméride

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A ver si nos entendemos: el municipio de Guadalajara, al cierre del censo de población y vivienda del año pasado, tenía un millón 385 mil 629 habitantes; la Zona Metropolitana, cuatro millones 434 mil 878 moradores. (“¿Todos vivos?”, quiso saber un curioso: “Unos vivos y otros no tanto -respondió el pariente-… pero todos comen”).

-II-

Más allá de discusiones bizantinas basadas en conceptos geopolíticos, es obvio que no se trata de dos ciudades homónimas aunque notoriamente diferentes… Para decirlo con palitos y bolitas, tanto los residentes de La Tijera como los de Tesistán, Las Pintas, El Quince o Puerta de Hierro se consideran habitantes de Guadalajara, aunque tengan sus domicilios oficiales en Tlajomulco de Zúñiga, El Salto, Ixtlahuacán de los Membrillos o Zapopan…, y, paradójicamente, ninguno en Guadalajara.

Más allá de tecnicismos o minucias burocráticas, la Guadalajara que el domingo pasado conmemoró -con menos alboroto que de costumbre, por razones obvias- un aniversario más de su fundación, ya no se circunscribe a los barrios ubicados a tiro de piedra -literalmente- del lugar preciso en que unas cuantas familias españolas decidieron asentarse hace 479 años. En la medida en que sus pobladores originales acataron el mandato evangélico de “Creced y multiplicaos” y en que la ciudad se volvió atractiva para los habitantes de otras latitudes, Guadalajara creció primero, se desparramó después, y se transformó en la mancha urbana que, para bien o para mal, es actualmente.

-III-

La efeméride, como de costumbre, dio pie a celebraciones, discursos y declaraciones, hermanados todos por el buen deseo de que los años por venir sean mejores que los ya vividos; por la esperanza de que quienes vivan en la Guadalajara que dentro de 21 años festeje el quinto centenario de su fundación, lo hagan en un entorno más armónico, más ordenado, más amable, menos hostil, menos sucio que los que tienen -con la venia de Renato Leduc- “la dicha inicua” (es decir malvada, injusta) de hacerlo en el presente.

Un buen deseo que pasa, fatalmente, menos por la ingenua convicción de que es posible, que por el buen juicio de quienes sean capaces de entender que la gran Guadalajara necesita ser gobernada por estadistas en toda la extensión de la palabra: visionarios, preparados, generosos; capaces de entenderla como el hogar común de varios millones de personas que tienen derecho a una vida mejor, y no por media docena de caciques aldeanos empecinados en jalar cada cual para su lado.

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