Independientemente del drama que encarna cada uno de los migrantes que cruzan el territorio mexicano, aisladamente o en caravanas, en busca del “sueño americano”; independientemente de los atracos de que son objeto por parte de “coyotes”, traficantes y demás delincuentes; independientemente de los atropellos de la autoridad -agentes del Instituto Nacional de Migración y la Guardia Nacional, etc.-, los conflictos derivados de ese fenómeno social, aparentemente incontenible, son obvios...-II-En México existe un marco jurídico que protege, en teoría, a los migrantes. La Ley de Migración, publicada el 25 de mayo de 2011, señala que, de conformidad con el Artículo 1o. de la Constitución, todas las personas son objeto de los derechos reconocidos por el Estado mexicano y los instrumentos internacionales suscritos por éste; entre ellos, “el derecho a que el Estado les brinde protección”; “el derecho de circular libremente por el territorio mexicano”... aunque pudiera haber restricciones “en virtud de una ley o por razones de interés público”; a que “en cualquier proceso administrativo o judicial en que se vean involucrados, se cumplan las formalidades esenciales”; “a contactar con la autoridad consular de su país de origen y a facilitar tal comunicación” si llegaran a ser detenidos; “a solicitar la protección internacional de México si su vida , seguridad o libertad han sido amenazadas por violencia generalizada (...), conflictos internos, violación masiva de los derechos humanos y otras circunstancias que hayan perturbado gravemente el orden público” (como ocurre en la gran mayoría de los casos); “a que se preserve y garantice su unidad y/o reunión familiar, especialmente cuando se trata de niñas, niños y adolescentes”; a que su paso y estadía por territorio mexicano no signifique “un riesgo latente de abuso de sus derechos humanos ni probables afectaciones a su integridad, patrimonio y libertad”; a no ser detenidos cuando estén “alojados o en las inmediaciones de albergues con este fin patrocinados por asociaciones civiles o personas que presten asistencia humanitaria a los mismos”, etc.-III-El conflicto es obvio. Por una parte, los migrantes son seres humanos que legítimamente aspiran a una vida mejor para ellos mismos y para sus hijos; por la otra, por entrar y circular ilegalmente por el país, no son delincuentes... pero sí, lamentablemente, infractores de las leyes. Y las dimensiones mayúsculas del fenómeno, determinan que, en la práctica, la faceta ruda y antipática de la ley (“Dura lex, sed lex”, decían los clásicos: la ley es dura, pero es la ley) prevalezca sobre la atenta, solidaria y afectuosa.jagelias@gmail.com