El doctor Mario Rivas Souza (considerado el padre de la medicina forense en Jalisco, y quien aseguraba haber realizado más de 130 mil autopsias en más de 60 años de carrera) solía decir que “los muertos hablan”. Aludía, obviamente, a que una necropsia concienzudamente practicada, aportaba indicios no solo sobre la causa sino también sobre otras circunstancias referentes a la muerte de una persona; indicios que, vinculados con los resultados de una investigación escrupulosa, permitirían desenredar la madeja de cada delito hasta el punto de identificar y sancionar al delincuente.-II-Lamentablemente, Rivas Souza falleció hace casi dos años. Imposible saber, por tanto, qué diría del fenómeno de las fosas clandestinas: las tres mil 979 que de diciembre de 2006 a la fecha se han encontrado en todo el país, y de las que se han exhumado seis mil 625 cadáveres. Quizá admitiría que, dadas esas cifras abrumadoras, difícilmente podrían esclarecerse cada uno de los correspondientes crímenes... pero llegaría a la conclusión de que, al no tratarse ya de “hechos aislados”, detrás de todos –o de casi todos— hay un común denominador: el fenómeno social de la delincuencia organizada.Si se parte de la premisa que en México sólo se esclarece y se castiga menos del 5% de los delitos, sería difícil decidir si es más escandalosa, por una parte, la realidad de que la impunidad es del 95%, y, por otra, de que la mayoría de las cárceles del país albergan al doble o el triple de los internos para los que fueron diseñadas –lo que deja la “readaptación social” de los reclusos en el terreno de los buenos deseos—, o imaginar las atroces condiciones en que estarían los centros penitenciarios (y el costo económico que representaría tal portento) si el sistema de procuración de justicia permitiera identificar, procesar y sentenciar, en efecto, a la mayoría de los delincuentes.-III-Para justificar su incapacidad para esclarecer –y, mucho menos, prevenir— tantos crímenes, las autoridades suelen escudarse en que sus autores “Se están matando entre ellos”...“...Y lo seguirán haciendo” –diría el inefable Don Teofilito—, porque la solución radical, que consistiría en generar las condiciones propicias para que la mayoría de los mexicanos tuvieran acceso a un trabajo honesto y a un salario decoroso del que pudieran vivir dignamente –desoyendo, por tanto, el canto de las sirenas del dinero fácil que promete el delito—, al menos en el corto plazo no se vislumbra.