Vicente Fernández murió la madrugada del 12 de diciembre -dicen las almas pías-, para cantarle personalmente “Las Mañanitas” a la Virgen de Guadalupe en el Cielo. Y murió en esa fecha -sostienen las lenguas rayadas-... para asegurarse de no ver campeón al Atlas.-II-Más allá de las interpretaciones malévolas, sarcásticas o retorcidas que se le quieran dar a la noticia, el hecho es que hay pueblos esencialmente idólatras; el mexicano, por ejemplo.Si por idolatría se entiende la adoración o el culto que se da a los ídolos, y si los ídolos no son solo los dioses falsos -a partir de la hipótesis de que los haya verdaderos- sino también las personas u objetos exageradamente amadas o admiradas, es indiscutible que a muchos artistas de cine, cantantes o deportistas se les da ese rango, y es innegable que Vicente Fernández fue -y seguirá siendo “per omnia saecula saeculorum”- inquilino del Olimpo en que han estado figuras como Pedro Infante, Jorge Negrete, Javier Solís, “Cantinflas”, María Félix, Juan Gabriel, José José, Carmen Salinas, etc.Podría decirse que “A falta de modelos, ídolos”. Los modelos serían las personas dignas de admiración por sus acciones o de imitación por sus virtudes. Figuras que cumplan con los requisitos para alcanzar esa calidad, por desgracia, no abundan en nuestro medio. De hecho, en algunos ámbitos -el de la política, por ejemplo- son contadas las excepciones a la regla de que quienes se han dedicado a ciertos oficios son despreciados en vida y odiados aun después de muertos. Salvo Cuauhtémoc -“El Águila que cae”, grande en la derrota-, aun personajes como Hidalgo, Morelos, Juárez, Madero o Cárdenas (los protagonistas de las “transformaciones” propiamente dichas ocurridas en la Historia de México) siguen siendo objeto de polémicas; aunque ya ocupen sendos nichos en el Altar de la Patria, hasta la fecha se les sigue satanizando.-III-Los héroes de consumo popular -como también se llama a los ídolos- se salvan, a pesar de las imperfecciones que como seres humanos seguramente tuvieron y de los pecados que hubieran cometido, porque sus carreras o sus hazañas merecieron el reconocimiento casi unánime del pueblo.Las películas de unos se siguen exhibiendo. Las canciones de otros se siguen escuchando. Unos y otros se han vuelto clásicos. Las hazañas de las figuras del deporte saltan de las crónicas periodísticas a la leyenda...Todos ellos alcanzaron ya la categoría de mitos, definidos en alguna película como “mentiras que crecen”.