Los varios artículos dedicados a su memoria -no porque ya falleciera sino porque su gobierno (1970-76) sigue siendo objeto de estudios y aun de polémicas- en ocasión del centenario del natalicio del ex presidente Luis Echeverría, fueron, en buena medida, ocasiones para hacer algunas inferencias. Una de ellas, que “El Estilo Personal de Gobernar” -como tituló Don Daniel Cosío Villegas un texto que sigue siendo de referencia obligada para analizar las peculiaridades de los ciudadanos que han gobernado este país-, además de ser un factor inevitable de la conducta de los mandatarios, permite advertir entre varios de ellos más puntos de coincidencia de los que sugieren las apariencias.-II-Como lo serían Vicente Fox -por no proceder del PRI- en 2000 y Andrés Manuel López Obrador -por no proceder inmediatamente ni del PRI ni del PAN- en 2018, Echeverría fue un presidente un tanto singular. Fue un “destapado” sorpresivo. Nunca antes había desempeñado un cargo de elección popular. Su candidatura -como la de Luis Donaldo Colosio años después-, estuvo a punto de frustrarse como consecuencia de las secuelas del conflicto de 1968. Su campaña electoral generó entre electores y analistas más expectativas de las habituales.Cosío Villegas escribió (op. cit., p. 33) que “Sin duda la constante más sobresaliente (de Echeverría) es su extraordinaria locuacidad (...). No solo se tiene la impresión de que hablar es (para él) una verdadera necesidad fisiológica, sino de que está convencido de que dice cada vez cosas nuevas; en realidad, verdaderas revelaciones”. Y añadió (p. 36): “Puede considerarse como imposible que un hombre, así sea de singular talento, de cultura enciclopédica y con un dominio magistral del idioma, pueda decir todos los días, y a veces dos o tres veces al día, cosas convincentes y luminosas. En este caso particular resulta mucho más remoto porque su mente dista de ser clara y porque su lenguaje le ayuda poco”.-III-Más adelante (p. 125), Cosío Villegas intenta “determinar si el inventor y el propagandista (...) de este espíritu democrático (Echeverría), lo practica él mismo, real, positivamente (...). He llegado a una conclusión negativa. Y no (...) porque considere al Presidente un hipócrita o un farsante, sino porque no está construido física y mentalmente para el diálogo sino para el monólogo; no para conversar (ni para escuchar y mucho menos admitir la posibilidad de que sus críticos pudieran tener la razón), sino para predicar”.Colofón: Cosío Villegas quiso ser historiador. Quizá sin proponérselo, resultó profeta.jagelias@gmail.com