Miércoles, 26 de Junio 2024

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- Cautela

Por: Jaime García Elías

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Sin embargo, tampoco se trata de tomar las cosas a la trágica...

Señalar que las jornadas de vacunación contra el COVID-19 en la Zona Metropolitana de Guadalajara se significaron por la desorganización y la anarquía, lleva una doble sana intención: desear, primero, que la experiencia de haber sacado a miles de adultos mayores a la calle, exponiéndolos no sólo a las inevitables incomodidades de las aglomeraciones, sino a contagios, no redunde en un rebrote de la pandemia; y segundo, que -si no es demasiado pedir- las cosas se hagan mejor en lo sucesivo.

-II-

A los testimonios de los propios protagonistas de las aglomeraciones registradas en los nueve centros de vacunación habilitados en Guadalajara el pasado fin de semana, recogidos en los medios, se sumó el pronunciamiento oficioso del titular de la Comisión Estatal de los Derechos Humanos en Jalisco, Alfonso Hernández Barrón: hubo desinformación, desorganización y otras notorias deficiencias; verbigracia, que “El número de personas que se encontraban a la espera (en dichos centros), superaba (…) hasta en tres tantos la cantidad de vacunas que se aplicarían en el día”…

Algo previsible, puesto que para beneficiar al medio millón de adultos mayores residentes en Guadalajara con las poco más de 80 mil dosis disponibles, hubiera sido necesario repetir, ahora con vacunas, el milagro evangélico de la multiplicación de los panes.

-III-

Sin embargo -volvemos a las primeras líneas de este texto-, tampoco se trata de desgarrarse las vestiduras ni de hacerle al profeta de desastres. A cambio de imperfecciones como las señaladas, vale consignar que en Jalisco “Las cifras oficiales de la Secretaría de Salud federal dan cuenta de que continúa la tendencia de baja incidencia de contagios, hospitalizaciones y defunciones” (EL INFORMADOR, III-22-21), y que este domingo se registró el número más bajo de muertes por COVID-19 desde el inicio de la pandemia: un solo deceso atribuido a esa causa.

Indicio de que la mayor parte de la población ha acatado las reiterativas recomendaciones de las autoridades sanitarias, de no bajar la guardia; de que ha encontrado la manera de convivir con la nunca bien ponderada “nueva normalidad”; de que ha aprendido a incrementar la seguridad y reducir los riesgos en cada paso; de que ha descubierto, por intuición (“más sabe el diablo por viejo que por diablo”, reza el adagio), que “cuando las cosas van mal no hay que ir con ellas”…, y que, en suma, no hay mejor vacuna que la cautela.

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