Ricardo Anaya dio la nota. A más de tres años de distancia de las próximas elecciones federales, anunció su intención de reincidir como candidato a la Presidencia de la República…Algunos analistas advierten, de entrada, que estaría siguiendo los pasos de Andrés Manuel López Obrador quien -como “Lula” da Silva en Brasil- hizo bueno el adagio de que “a la tercera va la vencida”. Otros subrayan las obvias diferencias entre el talante y la trayectoria del actual Presidente y los del hoy “suspirante”. De lo primero, el carisma -por definición, “fascinación, encanto que ejercen algunas personas”- de Andrés Manuel y la carencia de lo mismo de Ricardo. De lo segundo, la tenacidad y la astucia con que López Obrador sembró y cultivó la semilla que finalmente fructificó en las elecciones de 2018, cambiando de partido a conveniencia -del PRI al PRD y de ahí a Morena- pero manteniéndose fiel a sus banderas, y la paciencia que lo convirtió, a fuerza de porfiar, en beneficiario del desencanto popular con respecto a los partidos que hasta entonces se habían alternado en el gobierno, y el aún magro curriculum vitae de Ricardo.-II-El fenómeno dista mucho de ser novedoso. Los nombres de muchos “suspirantes” a la Presidencia que en este país han sido, se pierden en los polvorientos tapancos de la memoria. Entre ellos ha habido tanto idealistas como ilusos. Algunos devinieron en mitos (definidos en algún célebre “western” como “mentiras que crecen”); verbigracia, Manuel J. Clouthier o Luis Donaldo Colosio quienes, muertos, han ganado más batallas que en vida. Otros realizaron campañas meritorias (José Vasconcelos, Efraín González Luna, Diego Fernández de Cevallos, Cuauhtémoc Cárdenas…) sin culminarlas en las urnas. Algunos más, aun triunfantes en los comicios, resultaron patéticos en su ejercicio; ejemplo obligado, Vicente Fox: como candidato protagonizó el hito de cerrar siete décadas de “dictadura perfecta” e hizo buena la baladronada de “sacar al PRI de Los Pinos”; como Presidente, en cambio, sus ocurrencias (“la pareja presidencial”, “comes y te vas”, “hoy, hoy, hoy”, “¿y por qué yo…?”, las más notorias) dejaron en la memoria ciudadana más huella que sus logros.-III-Anaya, pues, ya abrió el juego: un juego en que, por lo que se infiere de la experiencia, el dichoso “carisma” -un intangible, por donde se mire-, a la hora de los mameyes, en el ánimo de los electores mexicanos, cuenta, vale y pesa más que la preparación, la experiencia, las ideas, los programas y proyectos de los candidatos.