Miércoles, 09 de Octubre 2024

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- Bolardos

Por: Jaime García Elías

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Guadalajara fue -“cuando se amarraba a los perros con longaniza y no se la comían”- “La Ciudad de las Rosas”. Después, “la ciudad de los alamillos”. Más tarde, “La Ciudad de los Adoquines”. Actualmente -“cuando hacen longaniza de perro y nosotros nos la comemos”-. “La Ciudad de los Bolardos”...

-II-

En efecto: son modas; por definición, “usos o costumbres pasajeras que regulan el modo de vivir, vestir, etc.”.

Antaño fueron las rosas, porque su aroma y su belleza les ha ganado el título de “la reina de las flores”; porque el clima de Guadalajara, predominantemente soleado y caluroso, las favorece..., y, seguramente, porque los viveristas supieron vender la idea (y las rosas: “el remedio y el trapito”, pues) a las autoridades municipales de entonces. Por lo demás, los vecinos, celosos de las galas de la casa común, además de respetarlas, difundían la versión de que eran “las más caras del mundo”: se multaba con 50 pesos de entonces (casi una semana de salario mínimo) a quien se sorprendiera arrancando alguna de los camellones en que abundaban.

Siguieron los alamillos, instalados a granel en las banquetas. Se trata de árboles de rápido crecimiento, resistentes al trasplante, tolerantes a heladas ligeras y sequías, y sin raíces invasoras que destruyeran las banquetas... aunque luego se les encontró el defecto de que segregan una cera que mancha la pintura de los automóviles.

Posteriormente, cuando a las autoridades les dio por “peatonalizar” y “tranquilizar” algunas calles del primer cuadro, llegaron los adoquines... y la sospecha de que, en el fondo, había más intención de lucrar que de hacer la ciudad más amable para sus moradores.

-III-

El siguiente alarido de la moda fueron los bolardos: “postes de metal o piedra, de baja altura, anclados al suelo para impedir el acceso de vehículos a áreas peatonales”. Colocados a la buena de Dios, como al parecer ha ocurrido en Guadalajara (según la nota de EL INFORMADOR, en el primer cuadro de la ciudad se han instalado, “de forma discrecional, por empresas constructores y con el aval del Ayuntamiento”, cerca de cinco mil bolardos “de todos los tamaños y diversos materiales”) ocasionan accidentes automovilísticos, estorban y ponen en riesgo a personas discapacitadas, lisiadas o invidentes.

-III-

Por cada persona que considera que los bolardos, en efecto, protegen al peatón, dos o más sospechan que se trata, más bien, de “un negocio de autoridades y proveedores”.

(Eso dice un sondeo de este medio. Y las abuelas de antes sentenciaban: “Piensa mal y acertarás...”).

jagelias@gmail.com

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