Viernes, 29 de Noviembre 2024

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- Baños de pureza

Por: Jaime García Elías

- Baños de pureza

- Baños de pureza

Si hubiera sido una acusación formal, habría sido muy grave; si se limitó a ser una opinión, por la calumnia implícita, lo mismo...

Se trata de la aseveración del Presidente López Obrador, en “La Mañanera” del lunes, de que México, durante la administración encabezada por Felipe Calderón (2006-2012), fue “un narcoestado”, porque “quienes tenían a su cargo combatir a la delincuencia, estaban al servicio de la delincuencia; mandaba la delincuencia; tenía una gran influencia la delincuencia: era la que decidía a quién perseguir y a quien proteger”.

-II-

De la réplica, en entrevista radiofónica, del propio Calderón, en el sentido de que el suyo fue “un Gobierno totalmente comprometido y determinado en la lucha contra la delincuencia”, se desprende, necesariamente, que uno de los dos (o el que dice tener en la mano los pelos de la burra parda, o el que sostiene que era blanca) miente.

Narcoestado -nos ilustra Wikipedia- “es un neologismo (...) que se aplica a aquellos países cuyas instituciones políticas se encuentran influenciadas de manera importante por el poder y las riquezas del narcotráfico, cuyos dirigentes desempeñan simultáneamente cargos como funcionarios gubernamentales y miembros de las redes del tráfico de drogas narcóticas ilegales, amparados por sus potestades legales.

“Actualmente -añade- no existe ninguna institución u organismo que establezca criterios para definir qué es un narcoestado. Sin embargo, el término se usa en el discurso político y mediático en base a la situación de un país, y -¡ojo con esto...!- está en ocasiones influido por tendencias partidarias”.

-III-

En el caso, es muy probable que algunos estamentos de administraciones pretéritas entraran en contubernio con la delincuencia organizada; que hubiera pactos orientados a encubrir actividades delictivas, y aun a participar abiertamente en ellas. Es probable, también -ya lo dirá el tiempo- que cuando la “Cuarta Transformación” sea sometida a juicio por la Quinta o la Sexta, se descubra que, a despecho de los cotidianos baños de pureza de su caudillo, tampoco la Cuarta estuvo exenta de incurrir en los mismos vicios. Hay un hecho que lo sugiere: que las prácticas criminales -asesinatos, secuestros, robos,  extorsiones, tráfico de drogas...- siguen ocurriendo, probablemente en colusión con funcionarios públicos de diversos rangos.

Días llegarán, pues, en que se sepa si quienes hoy se ostentan como implacables ángeles exterminadores de la corrupción, están tan libres de pecado como debieran, para tener derecho a tirar a los supuestos corruptos del pasado la primera y las subsecuentes piedras.
 

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