Si alguna duda quedaba sobre la veracidad de uno de tantos estribillos de “las mañaneras”, el viernes se disipó: “No somos iguales...”.Muchas acciones e infinidad de declaraciones o simples dichos de Andrés Manuel López Obrador, en toda su trayectoria política, pero muy particularmente como Presidente de la República, han generado controversias. Su personalidad, “desde endenantes”, y su estilo personal de gobernar, desde hace tres años, dividen opiniones. Unas y otras se van a los extremos. A pocos mexicanos les resulta indiferente.Como otros gobernantes, aún tiene pendiente el juicio de la historia. El tiempo (“supremo juez”) dirá, en su momento, si lo consagra en el altar de la patria -con los Hidalgo, Morelos, Juárez o Madero- como protagonista de la cacareada “cuarta transformación”, o lo deja en la triste categoría de farsante. Difícilmente quedará arrumbado, sin pena ni gloria, en el limbo de la historia.-II-Más allá de arrogarse diariamente el mérito de haber extirpado del país los tumores cancerosos de la injusticia, la corrupción y la impunidad, López Obrador dio un escandaloso paso en falso la semana pasada, al replicar al señalamiento de un periodista -Carlos Loret de Mola- sobre un posible conflicto de interés (y eventualmente corrupción) de uno de sus hijos, no con pruebas de su inocencia, o, al menos, la garantía de que el caso sería investigado, sino con ofensas, calumnias y la difusión de información acerca de sus percepciones económicas, lo que constituye un delito y compromete la seguridad personal del aludido y de sus familiares.Carlos Jornet, presidente de la Comisión de Libertad de Prensa e Información de la Sociedad Interamericana de Prensa, se sumó a las críticas al calificar el gesto como “una bajeza que solo puede ser explicada como venganza”, y “abre la puerta a más violencia e intolerancia contra la prensa” en un país considerado como “de los más peligrosos en el mundo para el ejercicio del periodismo”.-III-López Obrador, reivindicando “respeto a la investidura presidencial”, se ha negado a dialogar con grupos de ciudadanos que lo buscaban. No queda claro qué ofende más a la dichosa investidura: si saltarse los protocolos, en nombre de la desesperación y la impotencia ciudadana... o incurrir en una bajeza, una infamia, una canallada y una ilegalidad flagrante, para tratar de descalificar a un periodista al que perfectamente podría descalificar -e incluso humillar- mediante una investigación que exhibiera la ligereza de sus señalamientos o la falsedad de sus insinuaciones.