Por supuesto, también para sucesos como los del sábado en el Estadio “La Corregidora”, de Querétaro, aplica la sabia frase de Arturo “Cuyo” Hernández, que fuera celebérrimo manager de boxeadores: “La experiencia no es lo que a uno le pasa, sino lo que uno hace con lo que le pasa”.Ya están, por una parte, las decisiones tomadas por la Federación Mexicana de Futbol y la Liga MX, de no permitir en los estadios la presencia de “barras” visitantes; de los clubes Atlas y Guadalajara, de marginar a los llamados “grupos de animación” hasta nuevo aviso; y, desde luego, las acciones de las autoridades civiles de Querétaro para detener a 14 de los más notorios protagonistas de la trifulca y difundir los rostros y nombres de por lo menos otros tantos. Todos esos seudoaficionados, en su momento, serían procesados, como anunció el domingo el gobernador de la entidad, Mauricio Kuri, no por faltas administrativas o participación en riñas, lo que amerita sanciones mínimas, sino por el delito de homicidio en grado de tentativa, entre otros, lo que ameritaría varios años de prisión.-II-Es lo pertinente. Puesto que se trató de una agresión tumultuaria, es materialmente imposible identificar, procesar y sentenciar a todos sus actores. Muchos, seguramente, quedarán impunes.Sin embargo, aplicar las penas máximas previstas por la ley para los delitos que se tipifiquen, sin conceder a nadie el beneficio de ningún atenuante, servirá de advertencia; probablemente inhibirá la repetición de esas conductas.Más allá de la señalada imposibilidad material de sancionar a todos los actores de la brutal zacapela, aún quedan otras sombras. Una de ellas, la hipótesis de que hubo varios muertos en ese zafarrancho: algo que podría documentarse mediante el hallazgo de los correspondientes cadáveres, o difundiendo los nombres de aficionados que estuvieron en el estadio y de quienes no hay noticias.Desaparecer un cadáver -la experiencia lo demuestra- es relativamente fácil; ocultar un posible asesinato es casi imposible, porque todas las personas, vivas o muertas, tienen nombre y apellido.-III-En lo que esas dudas e inquietudes se despejan, vale insistir en que tanto las sanciones a los culpables como las restricciones a la libertad impuestas por las autoridades, resultan imperativas...Desgraciadamente Alexander Hamilton acertó cuando dijo que “Las acciones de los hombres no se ajustan a los dictados de la razón y la justicia sin una fuerza coercitiva”.(O, como diría el ranchero, “A palos entiende el burro”).jagelias@gmail.com