La gastronomía mexicana es muy diversa, va desde platillos picantes, salados, donde combinan lo dulce con notas amargas, y por supuesto, con sabores tierrosos que vienen del mar o algunas plantas comestibles. Sin embargo, un gusto que comparte la mayoría de los mexicanos es el pan, desde algo tan sencillo como un bolillo hasta preparaciones que suceden cada año como la Rosca de Reyes.Aquí conoce el origen de algunos de ellos y dónde debes comerlos para llenarte de un sabor muy tradicional.Es un pan que nació en el siglo XVI en Francia y se repartía durante Navidad, poco a poco esta idea fue adaptada por otros países del mundo, los españoles trajeron esta receta a México. Originalmente se escondía un haba en su interior, pero el catolicismo lo modificó por un bebé de plástico que representa la forma en que José y María escondieron al niño Jesús del Rey Herodes. Quien encuentre la figura debe ser el padrino del Niño Dios y encargarse de los tamales y atole para la celebración del Día de la Candelaria.La Rosca de Reyes se come el 6 de enero y también hay diferentes recetas o con figuras diferentes en su interior, pero la tradicional es la que está hecha a base de mantequilla con ate, higos y la famosa costra azucarada como decoración. En el Centro Histórico de la Ciudad de México hay panaderías que conservan esta preparación para conservar la receta original.Este postre se puede encontrar en las esquinas de las calles, en tianguis o fuera de las iglesias y se caracterizan por tener un gran aroma y desmoronarse con casi un toque. Las llamadas tortitas de nata que son famosas en el Área Metropolitana de Guadalajara, en realidad se llaman toqueras y están hechas con masa de harina blanca o maíz, polvo para hornear, y en algunos casos, un poco de nata fresca, estás se cocinan en hornos de mampostería -de piedra-, aunque también en comales.Aunque en toda la República Mexicana hay variaciones que van desde una especie de tostadas hasta unas más grandes con un sabor más fuerte. Si algún día vas a Jalisco, te encontrarás con que las llaman cirolas y las venden en las calles mientras tocan un triángulo metálico para anunciar su llegada.Seguramente cuando viajas por carretera te has encontrado con un comerciante que vende marranitos o puerquitos de pan en el camino, incluso en los mercados de diversos pueblos los venden. No es de extrañar que sean un encanto para el paladar, pues el sabor del piloncillo se agradece hasta la última mordida, así como su textura crujiente y aroma a quemado.Si bien su origen es un tanto desconocido, se sabe que estas “galletas” existen desde la época colonial y fue en los conventos donde se comenzaron a preparar y cocer en hornos de piedra, aunque algunos aseguran que nació en la huasteca potosina como una variación del ginger bread, si deseas conocer una de las cunas de este delicioso pan.Este pan tiene un sabor intenso a anís, a algunos les encanta, a otros no tanto, sin embargo, es uno de los más tradicionales y preferido de los abuelitos y papás. Esta preparación es una herencia prehispánica hecha a base de maíz, miel fermentada y semillas, algunos ahora le agregan piloncillo, mantequilla, y por supuesto, el anís, lo que provoca el tono ligeramente gris en la masa y se acompaña perfecto con un café de olla.Los lugares donde es más común encontrarlos es Puebla, Hidalgo, Estado de México, Ciudad de México y Tlaxcala, algunos los rellenan con un poco de nata fresca o mermelada para darle un toque diferente y más delicioso. Sin embargo, Hidalgo es un estado que ha hecho ferias dedicadas a este pan y un enorme cocol para recordar lo importante de esta receta.Su historia se remonta a La Conquista y fue una preparación sugerida por los españoles para reemplazar los sacrificios de las comunidades prehispánicas, así, este pan simbolizaba el corazón de las personas para ofrecerlos de ofrenda. Poco a poco se ha convertido en uno de los elementos clave para la celebración de Día de Muertos, su círculo central simboliza el cráneo y los huesos del cuerpo.Aunque se encuentra en diversas variaciones y ahora hasta con rellenos de nata, chocolate o mermelada, los más tradicionales se encuentran en la Ciudad de México donde está cubierto por una capa de azúcar, en Puebla con semillas de ajonjolí y Oaxaca, donde la base es un pan de yema con decorados de alfeñique, es decir, una calaverita de azúcar que figura a los santos difuntos.La lista de panes podría ser infinita por la gran variedad que hay en el país, por eso es mejor vivirlo en carne propia y degustar cada uno de ellos, sobre todo aquellos que conocemos como “pan de pueblo” y son únicos de la comunidad en que se preparan para resaltar todo el sabor y el espíritu de esa zona.Con información de Booking.com.XM
