Todo está bien en la Tiggo 7 Pro. El diseño es correcto, los acabados son buenos, incluso superiores al promedio. El equipo satisface a casi todos. Pero hay detalles que la hacen menos deseable que otras en su clase. Y no estamos hablando como entusiastas.Las formas de la camioneta son limpias y actuales. Ahí está la gran parrilla, como está de moda. Los faros son delgados, como indican las costumbres de hoy en día. En los costados vemos esos insertos de plástico gris oscuro que confieren el tan gustado aire de todo-terreno, amado por 10 de cada 10 amantes de la aventura en el asfalto urbano. La parte trasera muestra calaveras unidas, como casi todas en esta época, lo mismo pasa con el “techo flotante”, el efecto visual que se logra al pintar de negro el pilar C.Por dentro hay buen espacio, incluso para tres personas atrás, raro en esta categoría. Los asientos están forrados de piel, hay anclaje para sillas de bebés, techo panorámico, cargador inalámbrico de celulares, tres puertos USB A, tres portavasos adelante y, por supuesto, tablero digital y una gran pantalla central con CarPlay y Android Auto, que necesitan cable para funcionar.Esta versión Luxury, la más equipada, cuenta ya con seis bolsas de aire. Todas tienen control de tracción y estabilidad, pero no hay más equipo de seguridad activa, es decir, asistencias a la conducción, como se pueden encontrar en rivales como VW Taos o la Toyota Corolla Cross.El motor merece mejor compañíaPara mover las ruedas delanteras la Tiggo 7 Pro usa una buena máquina de cuatro cilindros, 1.5 litros, turbo, con 155 HP y 169 libras-pie de torque. Esa fuerza llega al eje anterior gracias a una caja automática tipo CVT, con nueve cambios virtuales. Esa caja es la mayor culpable por la poca capacidad de emoción al volante de esta camioneta. Y no porque uno espere disputar carreras o arrancones, pero las reacciones rápidas son un elemento importante de seguridad y otra vez esta camioneta queda atrás de las mencionadas y de otras más, debido a eso.Esa respuesta lenta se debe más que nada a la elección de Chirey por una CVT, algo que seguramente tuvo que ver con costos y con la intención de hacerla más frugal en el consumo de gasolina.La suspensión es ruidosa y se siente seca, aportando a la falta de refinamiento general en el manejo de la Tiggo 7 Pro. La dirección es poco comunicativa, es decir no nos deja saber exactamente donde estamos pisando, pero sus reacciones no me parecieron lentas y a la mayoría le gustará la comodidad para las maniobras. Los frenos actúan correctamente, sin sorpresas.La primera Chirey que conducimos es, por lo tanto, un producto que tiene su lugar en el mercado. Si no está en la cima de su segmento, tampoco ocupa la parte inferior cuando consideramos una camioneta de 540 mil pesos. Con una garantía de cinco años de defensa a defensa y 10 años en el motor, la marca china muestra que confía en lo que hace y esto genera tranquilidad. Ojalá también creara algo de emoción al manejarse.