El estrés es una reacción fisiológica natural en los seres humanos que nos permite enfrentar situaciones de peligro o amenaza, activando respuestas de "lucha o huida" en nuestro organismo. Ya sea frente a un robo, un problema laboral, un examen exigente o un desafío emocional, nuestro sistema se moviliza de manera similar, independientemente de si el peligro es real o percibido subjetivamente.Una serie de investigaciones ha destacado el papel del estrés y las emociones en la regulación de la ingesta de alimentos. Es común observar que emociones negativas pueden llevarnos a comer sin tener hambre real, en lo que se ha identificado como un mecanismo de afrontamiento donde el objetivo no es alimentarse, sino buscar alivio emocional. Esta dinámica ha despertado un gran interés en la comunidad científica y médica, ya que plantea preguntas fundamentales sobre cómo interactúan nuestras emociones y nuestros hábitos alimenticios.La Dra. Mónica Katz, reconocida especialista en nutrición, ha señalado que desde la infancia aprendemos que la alimentación puede proporcionar un alivio al estrés, al recordar la sensación reconfortante de la leche materna. Esta asociación entre comida y tranquilidad puede persistir en la edad adulta, llevando a muchas personas a buscar alimentos no por hambre física, sino como una forma de reducir los niveles de cortisol, la hormona del estrés.El estrés crónico puede desencadenar un aumento en los niveles de cortisol, lo que a su vez puede afectar la producción de neurotransmisores como la serotonina, que están asociados con el control del humor y la saciedad. Las personas con altos niveles de cortisol tienden a mostrar una preferencia por alimentos ricos en carbohidratos y grasas, y pueden tener dificultades para controlar su ingesta.El estrés también puede influir en otras conductas relacionadas con la alimentación, como la elección de alimentos reconfortantes y el hábito de comer en exceso en respuesta a emociones negativas. Este fenómeno, conocido como "comer emocional", puede ser una respuesta biológica y psicológica al malestar emocional, ya que ciertos alimentos pueden estimular la liberación de endorfinas y mejorar temporalmente el estado de ánimo.Sin embargo, el uso excesivo de la comida como mecanismo de afrontamiento puede tener consecuencias negativas para la salud física y emocional. Comer en exceso en respuesta al estrés puede llevar a un aumento de peso no deseado, así como a sentimientos de culpa y frustración. Además, puede perpetuar un ciclo de dependencia emocional de la comida, en lugar de abordar de manera efectiva las causas subyacentes del estrés.Es fundamental aprender a reconocer y gestionar las emociones de manera saludable, sin recurrir automáticamente a la comida como única fuente de alivio. Estrategias como la práctica de la atención plena, el ejercicio regular y el apoyo social pueden ayudar a reducir los niveles de estrés y mejorar el bienestar emocional. Al mismo tiempo, es importante mantener una alimentación equilibrada y consciente, centrándose en alimentos nutritivos que satisfagan nuestras necesidades físicas sin comprometer nuestra salud mental.BB