Día de Muertos, esa maravillosa tradición en la que se acostumbra a armar un altar para las personas queridas que ya no están y en donde se les pueda colocar ofrendas que amaron tales como: juguetes (en el caso de las infancias), alimentos (todo lo que les hacía agua la boca), alcohol (para los vicios), agua (que hidratarse nunca falte), dulces y todo lo que pueda honrarles. En un altar, se ponen velas para que el fuego guíe su camino, una cruz de sal para purificar su alma, platillos típicos, tequila, mezcal o la bebida que más haya gustado a la persona y pétalos de cempasúchil, entre otros elementos.No obstante, para la Iglesia Católica, en un altar de muertos no debería haber comida para ofrendar a los difuntos, pues, los muertos ni siquiera pisan el plano terrenal, eso es tan solo una creencia de nosotros los vivos. En un altar y, para la Iglesia, no debe haber ni calaveritas de azúcar, ni el riquísimo pan de muerto —mismo que nos comemos ni bien pase el 1 y 2 de noviembre—. Ni siquiera agüita o tequila. No. Para la Iglesia, en un altar de muertos sólo debe haber: imágenes de un santo, crucifijos, flores, veladoras, y un recuerdo que le haya gustado en vida a nuestro difunto. Pues, la Iglesia considera que es a los muertos a quien debe recordarse y respetar su memoria, no a la muerte.Si bien la Iglesia defiende que la ejecución del altar se realice de dicha forma, somos libres de construir nuestros altares año con año. Es difícil quizá escucharlo de una institución religiosa que debería saber muy bien que en cualquier rincón del mundo diariamente se convive con la muerte. Mantente al día con las noticias, únete a nuestro canal de WhatsApp.AO