Estos términos pueden ser necesarios y poco comunes, pero si aprendes a identificarlos, pueden salvar tu vida o la de algún familiar, amiga o amigo, ya que el crecimiento del bazo, la sudoración nocturna y la anemia, son signos claros para identificar a una persona con mielofibrosis.Estos padecimientos, así como otros síntomas característicos, pueden significar la atención temprana y adecuada de dicha enfermedad denominada rara, debido a que se presenta en menos de cinco personas por cada 100 mil habitantes, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS).La mielofibrosis es considerada como una neoplasia mieloproliferativa y se puede manifestar de diferentes maneras, por ello es importante identificar tres de los signos más frecuentes. Este concepto se refiere al dolor o hinchazón debajo de las costillas del lado izquierdo, provocado por un agrandamiento del bazo. Dicho órgano forma parte del sistema linfático y entre sus funciones se encuentran la producción de linfocitos, almacenan las células sanguíneas y eliminan las que ya no sirven; se localiza del lado izquierdo del abdomen, muy cerca al estómago. El aumento en el tamaño del bazo puede alcanzar hasta los 10 kilogramos de peso y 36 centímetros de largo, lo que puede ocasionar molestias en esta zona del cuerpo y pueden presentarse de manera moderada o intensa, conteniendo, puede provocar una sensación de saciedad anormal después de las comidas. Cuando este órgano aumenta su capacidad de almacenamiento de células sanguíneas, puede disminuir la cantidad de glóbulos rojos y blancos, así como de plaquetas. La mielofibrosis puede tener sintomatología distinta y en el 30% de los casos encontramos que, entre los signos característicos que se presentan están los siguientes síntomas principales:•Fiebre menor (febrícula): este síntoma puede manifestarse debido a las infecciones recurrentes.•Pérdida de peso.•Sudoración nocturna excesiva. Esta manifestación se presenta de forma repentina en el paciente.•Fatiga o debilidad.•Prurito o picazón en la piel.•Dolor óseo.De acuerdo con estudios de diagnóstico, alrededor de un tercio de las personas que padecen mielofibrosis no presentan síntomas de inicio. La enfermedad puede avanzar de una forma silenciosa sin mostrar alerta alguna, hasta que la persona se encuentra en una fase avanzada. Los estudios de gabinete y controles de salud generales de forma habitual, indicados por el personal médico de cabecera, de acuerdo con la edad de cada persona, son una manera ideal de comenzar los hallazgos de este padecimiento. Dado que la mielofibrosis es una enfermedad que no se manifiesta claramente en sus inicios, en ocasiones puede avanzar de forma apresurada, con un padecimiento clave conocido como anemia. Esta enfermedad se caracteriza por la baja producción de glóbulos rojos (eritrocitos). Los eritrocitos contienen hemoglobina, proteína que permite transportar oxígeno desde los pulmones hacia otras partes del organismo. Cuando se reduce su producción, la sangre no transporta el oxígeno necesario y esto provoca la anemia. Sus síntomas pueden variar de acuerdo con la gravedad de ésta, sin embargo, los signos más frecuentes suelen ser: heces negras, sangre en orina y heces, orina oscura y coloración amarillenta de la piel o en la parte blanca de los ojos.Para las personas que viven con mielofibrosis, el diagnóstico tardío suele ser uno de los factores condicionantes en la calidad de vida. Por ello, la identificación de estos tres síntomas representativos de la enfermedad, pueden hacer la diferencia para la mejora en el pronóstico de la enfermedad. La hematóloga o el hematólogo, son el médico personal que atiende esta neoplasia, quienes tienen la información precisa y definen la situación del paciente, así como el tratamiento adecuado.