Muchos son los mitos y leyendas que giran en torno a las catacumbas de París. Se trata de un tema recurrente que resulta interesante para muchas personas en la actualidad, volviéndose viral en las búsquedas de TikTok o funcionando como fuente de inspiración para películas y series de terror. Las catacumbas de París son una red de túneles que funcionaron como cementerio para los ciudadanos franceses desde finales del siglo XVIII. Se calcula que actualmente existen más de seis millones de restos humanos descansando en sus 300 kilómetros de longitud. El origen de las catacumbas se remonta a partir del siglo XII, cuando se fueron formando los túneles a raíz de la extracción de piedra caliza para construir edificios en París. Este material se obtenía de las canteras que se ubicaban debajo de la ciudad, pero como quedaban demasiados huecos, algunas partes del suelo comenzaron a hundirse para finales del siglo XVIII. De manera simultánea, París atravesaba graves problemas de salubridad provocados por las epidemias y enfermedades que azotaban a la población. Debido a esto, los cementerios estaban llenos hasta su máxima capacidad, por lo que el mandato de Luis XVI tomó la decisión de estabilizar las zonas afectadas y utilizar los túneles vacíos como un lugar para reubicar los restos humanos. Los primeros traslados tuvieron lugar entre 1785 y 1787 tras el cierre del Cementerio de los Santos Inocentes, el más importante de París. Los túneles fueron declarados “Osario municipal de París” el 7 de abril de 1786 y se conocieron popularmente como “Catacumbas” en honor a las prácticas homólogas romanas. Los huesos desplazados se descargaron a través de dos pozos de servicio de la cantera y fueron acomodados posteriormente por los trabajadores. Ellos organizaron de forma cuidadosa los cráneos, las tibias y los fémures en las paredes, y se pueden identificar porque existen placas grabadas que indican el cementerio de origen y la fecha de traslado de los restos. A partir de 1809, las Catacumbas se abrieron al público con cita previa, pero en la actualidad se puede acceder a ellas sin ninguna autorización. No obstante, solo un pequeño porcentaje de la red subterránea está abierta al turismo y adentrarse en ellas en lugares no autorizados supone una falta contra la ley y pone en riesgo el bienestar individual. CM
