Abraham Quintanilla Jr. era un hombre que fue forjado a la antigua. Su familia era originaria de Tamaulipas, en México, y desde muy joven tuvo que renunciar a sus propios sueños para sobrellevar el día con día. En el mundo que le tocó vivir, las ilusiones musicales de sus años de adolescencia no tenían espacio ni posibilidad cuando las monedas apenas si ajustaban para comer. Conocía como nadie las precariedades de los migrantes, siendo él uno de ellos, y se estableció junto con su familia en Corpus Christi,Texas, en el medio de las carencias y las incertidumbres económicas que asolaban a Estados Unidos bajo el mandato de Ronald Reagan. Su hija, Selena Quintanilla Pérez, nació la primavera distante del 16 de abril de 1971. Era la definición académica de una Aries, impulsiva, llena de iniciativa, e impredecible: con un corazón enorme. Desde muy pequeña mostró aspiraciones muy distintas a las del resto de sus familiares, pero cuando Abraham Quintanilla Jr. la escuchó cantar, percibió el diamante en bruto oculto en sus pulmones, y se anticipó a la flor en eclosión, supo que lo que no pudo hacer en la vida se remediaba en la esperanza de la niña.No se equivocó: Selena tenía dentro del pecho el oro puro de una voz inigualable. Desde muy pequeña, su padre la habituó a las artimañas de la música, y encaminó su voz por la vereda del virtuosismo hasta que nadie más que Selena tuvo plena autoridad sobre el ave inquieta de su canto. Abraham Quintanilla Jr. creó entonces la agrupación de Selena y los Dinos, conformada por sus hijos, y se volvió su mánager. Tuvieron un éxito local pero cotizado, pues cada vez eran más solicitados para tocar en reuniones familiares, fiestas de quince años, y festejos de matrimonios recientes. Selena despuntó en una juventud radiante. Tenía las caderas de una musa griega, la mirada japonesa con los ojos más tristes del mundo, y una sonrisa que encandilaba. Era descomplicada, llena de vida, y trataba a todos como si los conociera desde siempre. Para finales de los 80 ya había conseguido grabar varios EP con disqueras importantes en los Estados Unidos, con éxito mediano, pues en primera instancia sus aspiraciones musicales estaban encaminadas a un público en inglés. Además, el género en el que se desenvolvía, el tex-mex, era un gremio dominado por los hombres, y no le auguraban éxito a una mujer tan joven. Fue su padre quien le hizo ver que su triunfo radicaría con la comunidad latina, y no se equivocó, pues cuando Selena lanzó su álbum Entra en mi mundo, el cual incluía Como la Flor, Selena se convirtió en una estrella inmediata. Fue por esos años que Selena conoció a Chris Pérez, el guitarrista de la banda, y quien habría de ser su esposo. Se enamoraron sin remedio. Selena era una adolescente todavía: no tenía más de veinte años. Fue un romance tormentoso, pues el padre de Selena quiso impedirlo a toda costa, al grado en que los jóvenes tuvieron que casarse a escondidas, y sólo de ese modo Abraham Quintanilla Jr. aceptó su relación. Fue también por esos años que Yolanda Saldívar se hizo amiga cercana de los Quintanilla, y se convirtió en la manager de Selena. Selena Quintanilla fue una primavera que desordenó para siempre los primeros años de la década de los 90. Su éxito radicó, quizá, en que en sus canciones podía identificarse todo mundo. Selena cantaba de dolores, de noviazgos imposibles, pero ante todo, cantaba de amor. Las adolescentes que esperaban a sus novios en coches destartalados, en carcachas, el desamor de saber perder y tener que irse, aunque duela; la felicidad inmensa que uno siente dentro del pecho cuando apenas se está enamorando, y la vida inmediata parece resuelta. Selena cantaba para los jóvenes latinos, quienes por primera vez se veían representados en alguien de su comunidad, alguien cercano, y además, en una mujer que rompió con todos los estereotipos asociados a un género "de hombres". Los jóvenes de los 90, nuestros padres, sentían que escuchaban sus propias vidas cantadas en la voz de aquella musa distante que cambió para siempre la música latina con una personalidad, una voz y un carisma que parecían no ser de este mundo. Nunca lo fue: Selena pertenecía a una realidad propia de los milagros, y como tal, su paso en este mundo fue una primavera breve. La mañana fatídica del 31 de marzo de 1995, Selena acudió al hotel donde estaba hospedada Yolanda Saldívar. Era una mujer de comportamiento errático, que a espaldas de Selena desviaba sus recursos. Su propio padre le había advertido que se cuidara de ella, pero Selena no tomó como serias sus precauciones considerando la desconfianza de carácter de su padre, y todas las dificultades que puso de por medio para que no se casara con Chris Pérez. Pero a Abraham Quintanilla Jr. le habían hecho saber que el fanatismo de Yolanda Saldívar era más bien "una obsesión". Las cosas se encaminaron a un final trágico. Cuando Selena fue a confrontar y a saldar cuentas con Yolanda Saldívar, la discusión tomó un giro inesperado cuando Saldívar sacó una pistola y disparó contra Selena. Una bala certera atravesó su hombro, perforó una arteria fundamental, y Selena alcanzó a correr para desplomarse metros más adelante seguida del rastro de su propia sangre. Moriría horas más tarde, sin que ningún doctor pudiese hacer nada para evitarlo. Yolanda Saldívar confesó su crimen, y fue sentenciada a cadena perpetua. No obstante, en 2025 podría ser liberada bajo libertad condicional. El éxito de Selena fue una primavera breve, fugaz, pero la cual dejó un legado que resuena para siempre. Selena no se olvida, sigue más viva que nunca en cada generación que crece escuchándola, en cada nuevo joven que se enamora y suspira a través de su música, en cada baile, fiesta de quince años, matrimonio o reunión en la que su voz llena los ámbitos con su verano sin fin. Selena no murió: solo se volvió eterna. FS