El cine nos da la oportunidad de adentrarnos en las emociones humanas, su condición y las múltiples relaciones que suscitan entre las personas. El cine documental, además, es un fiel reflejo de cómo suceden todos estos vínculos. Un claro ejemplo de ello es “Mi hermano”, documental de la cineasta Alana Simões en competencia por el Premio Mezcal del Festival Internacional de Cine en Guadalajara.La coproducción de Cinematrópodos, Pimienta Films y Gavilán Cine presenta la historia de Gabriela, española que adopta a Alexey y Mateo, dos niños rusos cuya vida vemos reflejada en la pantalla.Originaria de São Paulo y radicada desde hace dos años en Guadalajara, Alana comentó en la redacción de este diario: “Ha sido un esfuerzo de muchísimos años” sobre “Mi hermano”, filme en el que estuvo involucrada por ocho años: “Es un documental que se centra en la adopción de dos niños, como premisa inicial. Los voy grabando año con año, durante ocho años. Tenemos 10 años en pantalla por el material de su tío, que cedió el material”.Fue por un amigo de Alana, el tío de los niños, por quien tuvo contacto con esta familia y su historia personal: “El inicio fue Alexey, es el mayor de los dos. Tuve un crush totalmente intuitivo de él. Tiene una fuerza en la mirada, incluso en sus palabras. Era muy pequeñito, no hablaba mucho”.“Mi hermano” registra un decenio en la vida de una familia como muchas otras, donde la adopción y la adaptación son dos temas frecuentes. El espectador de “Mi hermano” ve cómo crecen los niños, las dificultades que enfrentan y el modo en que construyen sus lazos, con la particularidad de ser una familia con orígenes en diferentes países.Al centrar el tema del documental en tema tan vital como la relación de familia, con sus particularidades, la cinta también refleja la búsqueda del sentido de la vida y el llamado de una vocación temprana, la danza: “Me ha sorprendido desde siempre que una persona tan pequeña tenga muy clara su pasión, su vocación y no titubeé. Sobre todo con la danza que es una disciplina tan estricta”.Al comienzo el trabajo de rodaje fue con una sola cámara y un disco duro, prácticamente Alana sola; para el final del rodaje ya se habían sumado las casas productoras. Convivir tanto tiempo filmando a la familia representó también un cambio en la vida de Alana: “A lo largo de estos años yo misma me he transformado, no soy la misma cineasta”. Con el paso del tiempo, la relación de amistad con Gabriela y con los niños se fortaleció: “Todo se revolvió. Yo los adoro, son como mis sobrinos”.Por ello, para crear una película documental que conectara con el público general, el trabajo de edición marcó una distancia para el tono de la cinta. La producción también determinó el final del proyecto, pues por las características mismas del crecimiento y la documentación, Alana bien pudo haber continuado grabando el desarrollo vital de Alexey y Mateo. Durante los primeros años del proyecto Alana vivía en Madrid, hecho que le permitía grabar con frecuencia: luego de su mudanza a México se trasladaba periódicamente para continuar las filmaciones.