Al reiterar su amenaza de fijar nuevos aranceles a los vehículos importados, Donald Trump corre el riesgo de debilitar a las empresas automotoras estadounidenses y destruir empleo, pero podría acelerar la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), actualmente empantanada.Tras una cumbre del G-7 que concluyó en un fiasco, el presidente de Estados Unidos reiteró que considera gravar con un arancel de 25% a los coches importados con el fin de poner freno a los fabricantes alemanes y japoneses, acusados de desplazar a marcas estadounidenses como Cadillac (General Motors) y Lincoln (Ford).Esta decisión, que apunta a reducir los desequilibrios comerciales, podría llegar a ser negativa para los intereses estadounidenses, no sólo porque las empresas extranjeras contra las cuales está dirigida tienen fábricas en Estados Unidos sino también porque los grupos automotores locales se encuentran entre los mayores importadores de vehículos provenientes de Canadá y México.