Desde que se instauró el ritual del encendido en Ámsterdam en 1928, los encargados de realizar esta ceremonia han sido estrellas deportivas, jóvenes promesas o personas con un simbolismo especial.Entre estos últimos, destaca Yoshinori Sakai, quien recibió el primer premio. Sakai, originario de Hiroshima y nacido el mismo día en que se lanzó la bomba atómica, fue el encargado de encender el pebetero en los Juegos de Tokio 1964.Sin embargo, entre todos los encendidos, el que es por muchos el más sorprendente fue el de Barcelona 92, a cargo del arquero paralímpico Antonio Rebollo, que lanzó una flecha de fuego que prendió el gigantesco pebetero.Ya en 1928 la construcción que albergó el fuego estaba levantada en lo alto de una torre. El diseño estuvo a cargo, como el estadio, del prestigioso arquitecto Jan Wils. El encendido, en cambio, se encomendó a un anónimo operario de la compañía eléctrica.Tuvieron que llegar los Juegos de México 1968 para que se encargara a una mujer la tarea de iluminar el pebetero. Enriqueta "Queta" Basilio, atleta especialista en 80 m. vallas, fue la seleccionada para poner luz a unos Juegos que eran los primeros que se celebraban en Hispanoamérica.Los Juegos de Barcelona '92 depararon a la historia olímpica el recordado momento de la flecha de Rebollo volando hacia el pebetero en Montjuic.El arquero recibió la llama de manos del jugador de baloncesto Juan Antonio San Epifanio, Epi, que ofreció el fuego al cielo del Estadio Olímpico antes de acercarse a Rebollo. Este le esperaba con el arco ya armado. Prendió la flecha, buscó en el suelo una referencia para ubicarse, apuntó y disparó el proyectil. La flecha dibujó un gran arco antes de caer en la gran olla que se iluminó al instante.La muerte de Mohamed Alí en 2016 refrescó en la memoria colectiva la inolvidable escena en la que el viejo púgil, con las huellas indisimulables de la enfermedad de Parkinson, iluminó la noche inaugural de los Juegos de Atlanta en 1996.Pese a sus dificultades de movilidad, Ali consiguió encender sin problemas una mecha puesta a su altura, que ascendió luego por un carril hasta el pebetero que esperaba en lo alto del estadio.En Sydney 2000 fue la atleta Cathy Freeman quien tuvo la responsabilidad de encender la hoguera, en lo que se consideró un reconocimiento a las comunidades aborígenes de Australia.En una escenografía espectacular, Freeman prendió un disco de fuego sumergido en el agua, que se elevó sobre una rampa para quedar en lo alto del estadio.YC