Lunes, 25 de Noviembre 2024

* Nacho

Por: Jaime García Elías

* Nacho

* Nacho

“Muérete y verás”, reza el adagio…

Las notas necrológicas se escriben con agua de colonia; las notas periodísticas, con aguas negras.

Ahora que su fallecimiento –ayer, a los 103 años de edad— fue noticia, de Nacho Trelles se escribieron lindezas sin cuento. “El hombre que transformó el futbol mexicano”, asentó en su texto del día uno de sus panegiristas. En vida, en cambio, y particularmente cuando estaba en activo, sus detractores se dieron vuelo dedicándole invectivas al por mayor… Cuando México –su Selección Nacional— inauguró el Mundial de 1966 en Inglaterra con una derrota por 2-0 ante la selección local, verbigracia, a Nacho, como responsable del “Tri”, se le dedicaron epítetos ofensivos que contrastan con los encomiásticos que ahora, a raíz de su muerte, se le dedican: cobarde, traidor e imbécil, fueron, entonces, algunos de los publicables.
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Quizá la mayor influencia de Nacho Trelles en el futbol mexicano consistió en que fue el primer entrenador que dio pasos en firme hacia la plena profesionalización del deporte. Sus antecesores, en general, incluidos los que llegaron de Sudamérica y Europa (Casullo, Pauler, López Herranz, Fekete…), eran, aún, un tanto líricos en el oficio. Nacho, a diferencia de ellos, incorporó métodos de entrenamiento y sistemas de juego más científicos.

Sin llegar al extremo de imponer regímenes militarizados, como los que aplican muchos entrenadores en la actualidad, intentó concientizar a los que fueron sus discípulos, de la necesidad de comportarse como profesionales de tiempo completo, tanto fuera como dentro de la cancha.

Por supuesto, no faltaban las ovejas descarriadas. Cuando se le decía que alguno de sus jugadores no era precisamente un modelo de virtudes en su vida privada, replicaba:
–No lo quiero para que se case con mi hija. Lo quiero para que juegue futbol.
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Sus conceptos, dispersos en infinidad de entrevistas, le ganaron respeto (Helenio Herrera lo calificó como “uno de los mejores entrenadores del mundo”); sus títulos –con los Zacatepec, Marte, Toluca y Cruz Azul—, homenajes y reconocimientos; sus anécdotas, celebridad inmarcesible.

Apagado en sus últimos años, en los que colgó la cachucha y el silbato y requirió de una andadera para desplazarse, Nacho sobrellevó el retiro de los reflectores y de las canchas con dignidad. Ahora que se fue, ni hubo tumultos en sus funerales ni habrá minutos de silencio en su memoria en los estadios.

Después de todo, no los necesita.
 

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