Cincuenta y seis años después, La Minerva atestiguó un título internacional del Guadalajara. Esta vez no hubo lágrimas, no hubo fallas en los penales. Todo fue fiesta y alegría: Chivas es campeón de la Liga de Campeones de la Concacaf e irá al Mundial de Clubes en diciembre próximo.Fue una noche bipolar la que se vivió al pie de La Minerva: algarabía con el gol de Orbelín, pero silencio cuando Altidore y Giovinco igualaron el global.Una velada para hacer memoria: “Ojalá hoy no la vuelen como Rafael Medina”, comentaron algunos cuando llegó la hora de los penales. Una noche para aplaudir a Michael Pérez y su labor para secar a Giovinco, pero también para lamentar su lesión y preocuparse cuando salió tironeado del campo.Fue, entre otras cosas, una noche para consolidar a Matías Almeyda entre la historia del Rebaño, quizá sólo por debajo del ingeniero Javier de la Torre. Cuestión de perspectivas.Una vez más La Minerva fue centinela imponente que vio a miles vestidos de rojo y blanco. Y si es que distingue de colores, seguro sabrá que ya se ha vuelto costumbre ver los mismos rostros año con año.Fue una noche para que el Rebaño mantuviera el dominio mexicano en la Concacaf, pero sobre todo, fue una noche para exorcizar demonios: adiós sequía de 56 años, hola Mundial de Clubes.