Esta noche inicia la semana del Super Bowl LIII. Aunque en la ciudad anfitriona, Atlanta, el trabajo empezó hace años. El trabajo más complicado será el de esta semana y poco tiene que ver con la organización, logística o seguridad que conlleva. En realidad es una cuestión de orgullo.No hay duda. La ciudad está preparada para recibir la que es la fiesta deportiva más grande de Estados Unidos, aunque eso signifique tener que poner debajo de la alfombra —al menos por ahora— su rivalidad con uno de los participantes: los Patriots de Nueva Inglaterra.Esto aplica para todos, sin importar la ocupación y como ejemplo está David, un oficial de migración que tiene, entre sus múltiples obligaciones, la de recibir a todos los que vienen a este evento con brazos abiertos —una vez que hayan superado los controles de seguridad, claro— aunque admite que no siempre es sencillo y que este evento lo ha obligado, más veces de las que le gustaría, a dejar atrás su orgullo. Para entender el motivo, no hay que remontarse demasiado en el tiempo, un par de años basta. Hasta el Super Bowl celebrado en Houston en el 2017 y es que él fue una de las más de 72 mil personas que se dieron cita en el inmueble para ver a los Falcons de Atlanta disputar el trofeo Lombardi contra los Patriots."Yo estuve ahí y debo decirte, aún siento la herida, además, gasté mucho. El Super Bowl es un evento muy caro, pero cuando es tu equipo, piensas que vale la pena aunque nunca piensas que pasará lo que nos sucedió a nosotros" —recuerda entre risas, más de resignación que de felicidad— "no puedo creer cómo nos sacó el partido Brady, pero es lo que él hace ¿sabes?". En aquella fatídica tarde del domingo 5 de febrero, en el NRG Stadium, ocurrió lo impensable. El equipo de Nueva Inglaterra, lograron remontar, en el último cuarto, una desventaja de 19 puntos para mandar el partido a tiempo extra y finalmente ganarlo con un touchdown.En Atlanta, ese recuerdo aún duele, pero saben que su papel como anfitriones los obliga a ponerle una pausa a su rivalidad deportiva y sufrir de una especie de amnesia colectiva. Las calles del centro de la ciudad están revestidas con letreros del evento. En el aeropuerto, un ejército de voluntarios recibe a los visitantes con gritos, aplausos y una sonrisa. La rueda de la fortuna, una de las mayores atracciones del lugar, está vestida de pies a cabeza con la NFL. Las cabinas tienen los colores de los 32 equipos de la liga y en el centro, una pantalla electrónica despliega los logos de los Rams y claro, de los Patriots, así como la fecha y el logo del Super Bowl LIII.Los locales no tienen escapatoria, por toda una semana verán por todos lados a sus enemigos jurados, a los que les robaron la grandeza y la felicidad. A los que les hicieron la herida más profunda y tendrán que sufrir en silencio y mientras lo esconden detrás de una sonrisa, en papel de anfitrión y preparados para mostrar al mundo que todo mundo es bien recibido.El Super Bowl entre los Rams y los Patriots tiene todos los ingredientes para ser espectacular y en gran medida, todo será, porque Atlanta será capaz de dejar su orgullo atrás.GC