CAPÍTULO 1Quijote, un anciano, se enamora, se embarca en una misión y es padreVivía una vez, en una serie de direcciones temporales por todos los Estados Unidos de América, un viajante de origen indio, edad avanzada y facultades mentales menguantes que, por culpa de su amor por la televisión más estúpida, se pasaba una parte enorme de su vida mirándola en exceso bajo la luz amarillenta de las sórdidas habitaciones de motel, y en consecuencia había terminado sufriendo una forma peculiar de lesión cerebral.Devoraba matutinos, programas diurnos, shows de media noche, telenovelas, comedias de situación, películas de Lifetime, dramas médicos, series policiacas, seriales de vampiros y de zombis, dramas de amas de casa de Atlanta, Nueva Jersey, Beverly Hills y Nueva York, romances y peleas entre princesas de fortunas hoteleras y autoproclamados sahs, así como los retozos de toda una serie de individuos que habían saltado a la fama por afortunados desnudos, por esos quince minutos de celebridad que obtienen ciertas personas jóvenes con muchos seguidores en las redes sociales gracias a su adquisición por medio de cirugía plástica de un tercer pecho o del hecho de que su figura después de extraerse unas cuantas costillas imita la forma imposible de la muñeca Barbie de la compañía Mattel, o incluso, simplemente, por su capacidad para pescar carpas gigantes en escenarios pintorescos sin más atuendo que un bikini diminuto; además de por competiciones de canto, competiciones de cocina, competiciones de propuestas empresariales, competiciones para un puesto de aprendiz corporativo, competiciones entre vehículos gigantes operados a distancia, competiciones de moda, competiciones por el afecto tanto de solteros como de solteras, partidos de beisbol, partidos de baloncesto, partidos de futbol americano, encuentros de lucha libre, encuentros de kickboxing, programación de deportes extremos y, por supuesto, concursos de belleza. (No veía «hockey».Para la gente de su categoría étnica y cuya juventud había transcurrido en los trópicos, el hockey, que en Estados Unidos se había rebautizado «hockey sobre césped», era un juego que se jugaba sobre hierba. Jugar al hockey sobre césped en hielo era, en su opinión, el absurdo equivalente de hacer patinaje sobre hielo en la hierba.)Como resultado de su obsesión casi total por aquel material que en los viejos tiempos le había llegado por medio de un tubo de rayos catódicos y en la nueva era de las televisiones planas le llegaba por medio de las pantallas de cristal líquido, de plasma y de diodo orgánico de emisión de luz, sucumbió a ese desorden psicológico cada vez más frecuente por el cual los límites entre verdad y mentira se vuelven borrosos e indistintos, de manera que a veces se veía incapaz de distinguir la una de la otra, la realidad de la «realidad», y empezó a pensar en sí mismo como ciudadano natural (y habitante en potencia) de aquel mundo imaginario del otro lado de la pantalla al que tan devoto era, y que estaba convencido de que les suministraba, a él y a todo el mundo, las orientaciones morales, sociales y prácticas por las que deberían guiarse en la vida todos los hombres y mujeres.A medida que pasaba el tiempo y se iba hundiendo más y más en las arenas movedizas de lo que se podría considerar la realidad irreal, sintió que se estaba involucrando emocionalmente con muchos de los habitantes de aquel otro mundo más luminoso, cuya membresía creía que tenía derecho a reclamar, como si fuera una Dorothy contemporánea planteándose mudarse a Oz, y en algún momento indeterminado desarrolló una pasión insalubre, por ser completamente unilateral, hacia cierto personaje televisivo, la hermosa, ingeniosa y adorada señorita Salma R, un enamoramiento que él describía, de forma muy errónea, como amor. Y en el nombre de ese supuesto amor decidió celosamente perseguir a su «amada» a través de la pantalla del televisor y hasta cualesquiera realidades en alta definición donde habitaran ella y los de su clase, y, no sólo por la gracia, sino también mediante sus acciones, ganarse su corazón.Fragmento del libro Quijote © 2020, de Salman Rushdie. Editorial Seix Barral. Cortesía otorgada bajo el permiso de Grupo Planeta México.Inspirado por la obra de Cervantes, Sam DuChamp, un escritor mediocre de thrillers de espías, crea el personaje de Quijote, un viajante de productos farmacéuticos que vive obsesionado con la televisión y que está enamorado platónicamente de una estrella de la pequeña pantalla. Junto con su hijo (imaginario) Sancho, Quijote se embarca en una aventura a través de Estados Unidos para probar que es merecedor de la mano de su doncella, enfrentándose a todo tipo de peligros, desde ciberespías rusos hasta racistas violentos, e incluso a la amenaza del fin del mundo.Rushdie ha escrito un deslumbrante Don Quijote para los tiempos actuales en un tour-de-force que es, a la vez, un homenaje al clásico y una novela sobre la búsqueda del amor y la familia. Y de la misma forma que Cervantes creó a su personaje para satirizar la cultura de su tiempo, Rushdie embarca al lector en una aventura salvaje por un país al borde del colapso moral y espiritual en una era en la que todo es posible, en la que realidad y ficción son cada vez más indistinguibles. Elegido en Estados Unidos como uno de los mejores libros del año por medios como TIME y NPR, esta novela supone la vuelta de un «Rushdie en plena forma» (The Observer) y «un resumen de mi vida y de mi obra con el que cierro el paréntesis que se abrió con ‘Hijos de la medianoche’», según palabras del propio escritor.Salman Rushdie, nacido en Bombay en 1947, es autor de doce novelas: “Hijos de la medianoche” (Premio Booker), “Los versos satánicos”, “Harún y el Mar de las Historias”, “El último suspiro del Moro”, “Furia”, “Shalimar el payaso”, “La encantadora de Florencia”, “Luka y el Fuego de la Vida”, “Dos años, ocho meses y veintiocho noches”, “La decadencia de Nerón Golden” y “Quijote”, entre otras. Es también autor del libro de cuentos Oriente, Occidente y de las obras de no ficción “Patrias imaginarias”, “La sonrisa del jaguar”, “Pásate de la raya” y “Joseph Anton”. Ha recibido, entre otros muchos galardones, el Premio Whitbread, los premios al Autor del Año en Gran Bretaña y Alemania, el Premio al Mejor Libro Extranjero en Francia, el Gran Premio de Budapest de Literatura, el Premio Grinzane Cavour, el Premio Crucigrama en la India y el Premio Nacional de las Artes de Estados Unidos. “Hijos de la medianoche” fue nombrado el mejor Booker de la historia del premio en una votación pública. Abanderado en la lucha por la libertad de expresión, Salman Rushdie es comandante de la Orden de las Artes y las Letras francesa. Además, su obra ha sido traducida a más de 40 idiomas.JL