Domingo, 24 de Noviembre 2024

Una historia de boicot

Ariela Katz Gugenheim nos presenta una investigación sobre las relaciones exteriores de México a través de “Boicot. El pleito de Echeverría con Israel”

Por: Jorge Pérez

Autora. Ariela Katz Gugenheim conectó un polémico puente entre la diplomacia mexicana y la comunidad judía mediante un hecho histórico. ENLACE JUDÍO

Autora. Ariela Katz Gugenheim conectó un polémico puente entre la diplomacia mexicana y la comunidad judía mediante un hecho histórico. ENLACE JUDÍO

La historiadora Ariela Katz Gugenheim publicó este 2019 una investigación que recapitula un hecho histórico entre las relaciones del gobierno de México con la comunidad judía internacional: “Boicot. El pleito de Echeverría con Israel”. Dentro del sello editorial Cal y Arena, esta publicación detalla lo sucedido en 1975, con un voto de México frente a la ONU que provocó un boicot turístico al país. Para detallar la historia, Ariela recurrió a las fuentes primarias, muchas de ellas archivos recién desclasificados y que permiten conocer nuevos matices de lo que realmente sucedió en esos meses, casi los últimos del sexenio de Luis Echeverría.

Pese a lo importante que fue en su momento, este relato resulta ahora lejano, de allí la importancia de esta publicación dirigida tanto a lectores especialistas como al público en general, por lo ameno de la prosa de la autora. Ariela Katz Gugenheim nos platicó por qué cayó en el olvido este episodio que relata:

-Paradójicamente, este episodio no fue olvidado, sino que quedó recordado y grabado en la memoria popular de una manera simplista y hasta cierto punto errónea. Sucedió porque parte de lo ocurrido tuvo lugar “tras bambalinas”, y porque otra parte no fue analizada sino asumida, de manera que el episodio era recordado y a veces citado, pero con un conocimiento incompleto e incluso un poco deformado de lo que había sucedido. Hacía falta que los documentos fueran consultados, pero muchos no se encontraban en México, y otros estaban clasificados. Hay eventos que necesitan esperar a que pase el tiempo y llegue el historiador para intentar reconstruirlos como si fuesen un rompecabezas. Para mí, como investigadora, esa es la parte más interesante y emocionante de mi oficio.

-¿Qué se puede aprender sobre el manejo de crisis internacionales a partir de conocer esta historia?

-Idealmente, el bien del país debería ser el fin último de toda política internacional, pero como la política es dirigida por seres humanos, desafortunadamente muchas veces obedece a intereses personales. En el episodio que nos ocupa, muchos funcionarios de la Secretaría de Relaciones Exteriores (comenzando con su titular) consideraban que México debió actuar de otra forma en numerosas ocasiones, pero el presidencialismo mexicano no les dio gran libertad de acción.

-¿Cómo contener el protagonismo de los gobernantes, como en el caso de Echeverría, para evitar este tipo de fricciones?

-Aún en democracias exitosas, es difícil contener el poder y el protagonismo de los máximos gobernantes. Dicho esto, la profesionalización de los servidores públicos y el fortalecimiento de la sociedad civil pueden ser contrapesos importantes.

-La apertura de los archivos resulta indispensable para hacer historia, ¿considera que los plazos para desclasificar las comunicaciones y los archivos de gobierno son adecuados? ¿Deberían de ser plazos menores para alcanzar a contrastar con los protagonistas sobrevivientes?

-Más que los plazos, lo que me preocupa son iniciativas como el proyecto para decreto de la Ley General de Archivos, que fue presentado en 2016 y que imposibilitaría el trabajo del historiador, pues ocultaba información substancial en los documentos. Afortunadamente, muchos académicos protestaron, y se trabajó en una nueva versión de la ley, menos dañina.

-¿Qué fue lo que más le atrajo de la historia para dedicar a esta investigación?

-Desde un principio me pareció que era una historia con “chispa”, atractiva, que escondía más de lo que era aparente. Al principio hubo historiadores que me desalentaron, porque consideraban que no había nada que contar al respecto, pero afortunadamente quise hurgar un poco más, y mi persistencia fue recompensada con creces. Gocé cada momento de la investigación.

-Su libro es generoso al compartir muchas citas de los documentos (citas que en otros libros de historia se resumen en pos de la síntesis): ¿cómo fue la elección del material que quiso incluir? ¿Qué tanto quedó fuera?

-Es muy cierto lo que comenta. La práctica común es incluir citas textuales solo cuando son indispensables, fuera de eso, se acostumbra escribir una síntesis en palabras del historiador. Yo pensé mucho acerca de qué camino tomar al respecto, y decidí desviarme de la práctica común, por varios factores. Uno de ellos es que el embajador de Estados Unidos en México en esa época, J.J. Jova, tenía una gran pluma. Yo me divertí mucho al leerlo, y me parecía una lástima privar al lector de ese placer. El segundo motivo fue que en mi trabajo como investigadora, gozo intensamente cuando leo a los actores de la historia, pues humanizan los hechos acerca de los cuales estoy trabajando y supuse que mi lector también lo apreciaría. En general, yo considero que la historia es apasionante, y cuando los libros de historia son aburridos, están traicionando a su objeto de estudio. Utilizar muchas citas textuales que permiten oír la voz de los protagonistas directamente, sin pasar por el tamiz del historiador, es uno de los elementos que utilizo para dar vida a mi escritura y volverla más amena. Dicho esto, naturalmente tuve que dejar fuera muchísimos testimonios, porque mi trabajo era reconstruir una historia coherente, no solo compilar documentos.

-A más de 40 años del boicot, ¿cuáles considera que son los nuevos alcances que esta estrategia puede tener para ejercer presión?

-La estrategia del boicot tiene bondades, pues es en principio una protesta aparentemente pacífica y por eso consigue simpatizantes con cierta facilidad. Sin embargo, puede tener también repercusiones serias, y a veces es utilizada para fines injustificados. Como toda arma, tiene sus peligros.

-Pienso que el lector ideal de este libro es todo aquel que se dedique a la diplomacia, además de los lectores con interés por la historia y la política en general, ¿para quién más considera que va dirigida esta lectura?

-Intenté escribir un libro académico serio y bien fundamentado, de ahí la abundancia de notas en el texto, para que pudiese ser leído y consultado por historiadores, politólogos y diplomáticos por igual. Al mismo tiempo, me esforcé para que fuera fácil de leer para todos los lectores, independientemente de su formación profesional. Afortunadamente, el libro ha tenido una buena respuesta, y he recibido comentarios positivos de académicos y estudiosos, y también de quienes no tienen nada que ver con las ciencias sociales. Yo creo que puede ser una lectura agradable para todo aquel a quien le interese la historia, la política, los años setenta, Echeverría, los judíos, México, el presidencialismo y muchos temas más. Además, me parece que lo que sucede en el libro tiene resonancias importantes en nuestro presente.

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