El escritor Héctor Zagal lanzó “El inquisidor” (Planeta), una novela ubicada en la segunda mitad del siglo XVIII en la Colonia. El autor es un apasionado por la historia, como lo comprueban sus libros anteriormente publicados.Sobre el hecho de volver a esa etapa histórica de nuestro país, Zagal comentó en entrevista: “Es un siglo muy interesante en la Nueva España y en el mundo. En la Nueva España es un momento donde hay una crisis, por el otro lado una modernidad: la Revolución estadounidense, la Independencia de las colonias, la Revolución Francesa. Todo estuvo planeado por autores que hablaban sobre esos temas. En la Nueva España en el siglo XVII estuvieron bastante aislados, pero la llegada de los borbones a España generó un contacto más intenso. Las ideas francesas, las lecturas, los nuevos aires y una manera nueva de ver la vida llegará. La inquisición intentaba bloquear los libros prohibidos, que terminaron llegando”.Entre los personajes surgidos de la invención de Zagal hay varias duplas que exponen lados opuestos, como Goñi y el inquisidor, dos religiosos en distintas trincheras: uno (el jesuita) en la búsqueda del futuro y otro tratando de bloquear todo lo nuevo. Sobre ellos, Héctor platicó: “Uno de los personajes, el dominico, representa el cristianismo antiguo, el catolicismo conservador, monárquico. Mientras que los jesuitas han leído a Descartes, conocen a Newton, son orgullosos de un nacionalismo en la Nueva España. Son más astutos”. Por eso los jesuitas fueron expulsados de la Nueva España: “Es uno de los puntos que intenté retratar”.Otro conflicto que sucede en “El inquisidor” es el del amor, en una época donde los matrimonios están arreglados. El triángulo amoroso lo conforma “Inés”, quien rompe su compromiso con “Rodrigo” por estar enamorada de “Pedro”. “Rodrigo”, un noble, se enfrentará a “Pedro”, hijo de empresarios: “Encontramos una vieja nobleza, una aristocracia orgullosa de su sangre, pero encontramos también una burguesía, que son infinitamente más ricos que muchos aristócratas. Son dos estilos de ver la vida, eso estalla en la independencia, cuando comienza a haber una clase empresarial (mineros, exportadores de porcelana, la conquista del Norte con los grandes rebaños)”.Esta dicotomía marca el desarrollo de la sociedad que pasa de la Nueva España al México independiente: “En buena medida eso va a ser resultado de la independencia: por un lado la nobleza y por el otro los rancheros, comerciantes, mineros”.La parte amorosa de la trama busca reflexionar un tema sobre las libertades: “El otro tema, el del amor, es porque me interesaba entender la época: la idea del amor, con el matrimonio libre, es algo relativamente nuevo. Es algo burgués, del siglo XIX. Me parecía que venía muy a bien mostrar cómo podría ser el surgimiento de una mujer que intenta revelarse contra este sistema”.Con el avance de la novela, los personajes son testigos de una serie de crímenes que terminarán enlazándolos, un elemento que le da el toque de thriller a este libro. De ello, Zagal agregó: “Uno como escritor siempre tiene algunas debilidades. Soy un gran lector de novelas policiacas, de suspenso. Asesinatos han existido siempre, asesinos seriales también. Mi idea era utilizar eso y en un momento donde no hay pesquisas policiacas, ¿cómo se resolverían esos problemas? Por supuesto que tuve en mente la maravillosa novela de ‘El nombre de la rosa’ (de Umberto Eco)”.Otros libros de Héctor Zagal son “Gula y cultura” (2005), las novelas “La venganza de Sor Juana” (2006), “La cena del Bicentenario” (2011), “Gente como uno” (2012) e “Imperio (2013)”. Al respecto del género por el que se inclina para escribir, detalló:“Escribo ficción histórica: los personajes son ficticios, pero la urdimbre es real. El primer objetivo de un escritor es que el lector disfrute. Es lo primero que uno busca. En un segundo lugar, la ficción histórica permite tener a vuelo de pájaro el conocimiento de una época. La persona que leerá esta novela sabrá cómo era Albuquerque, Nuevo México, la riqueza de Guanajuato, los piratas que acechan, la Nueva Galicia. Es un detonante para que después la gente se anime a leer historia. En tercer nivel, lo que intento, es vernos reflejados: la literatura interpela, ver que podríamos ser ellos. A lo mejor nosotros tenemos un pequeño inquisidor dentro y juzgamos duramente a los demás y no examinamos nuestras propias creencias”.“Cuando terminé de escribir la novela decía: ‘Hombre, qué bien que no nací en esa época. Hubiera terminado en la inquisición, con mis lectores, mis editores y quienes me entrevistan’. Pero hoy por hoy hay países donde no hay separación entre iglesia y Estado, como Arabia Saudita, donde es un delito cambiar de religión, la homosexualidad o el adulterio también”.