Este jueves 10 de noviembre será inaugurada en el Museo Regional de Guadalajara (MRG) la exposición “Color y Religiosidad” conformada con parte de la obra pictórica recuperada del artista Antonio Enríquez, quien vivió y trabajó en la Nueva Galicia durante la era Virreinal; y en ese cuerpo de obras destaca una pintura monumental en dos paneles llamada “San Ángel Carmelita predicando en la basílica de San Juan de Letrán” (fechada en 1747), cuya restauración concluyó este año, una labor que —bajo la coordinación de la Dra. Adriana Cruz y la Dra. Alena Robin, quienes también son curadoras de la muestra— estuvo en manos de la Escuela de Conservación y Restauración de Occidente (ECRO), en un ejercicio de cooperación efectiva con el INAH Jalisco.De hecho, la obra en cuestión ingresó a la ECRO para su diagnóstico y posterior intervención de restauración; se trata de una pieza —firmada y fechada por Enríquez— que fue identificada en 2018 como parte del acervo del MRG, por la Dra. Robin, profesora asociada de la Western University de Canadá que es especialista en la vida y obra del pintor, y actualmente prepara un libro al respecto. En entrevista con EL INFORMADOR, la Dra. Adriana Cruz, investigadora adscrita al INAH Jalisco, relata que Enríquez vivió en la Nueva Galicia “desde mediados del siglo XVIII, y aunque no hay documentos de su nacimiento, muerte o matrimonio —de acuerdo con lo investigado por la Dra. Robin—, se sabe por la existencia de muchas de sus obras que trabajó en Guadalajara para diferentes conventos y fue reconocido y cotizado, vinculado a figuras importantes del clero y de la élite, en especial los comerciantes”.Montada en dos paneles de 3.37x 2.52 cada uno, “San Ángel Carmelita predicando en la basílica de San Juan de Letrán” es una obra que, comenta la investigadora, “según la documentación, se acredita que la obra ingresó al museo en 1926 (ocho años después de su inauguración); se cree que estuvo resguardada en el templo de Santa Teresa y se movió como parte de la exclaustración, aunque también se sospecha que fue parte del Convento del Carmen”.Sin embargo, continúa la doctora, la pintura “estuvo inventariada por el INAH desde 1975, y en una foto se comprueba que seguía en bastidor y colocada en algún sitio del MRG. Ahora, la Dra. Robin, quien es especialista sobre Enríquez y su obra, entre 2015-2016 preguntó por la obra y se localizó desmontada y enrollada en sus dos secciones, en el Almacén de Bienes Culturales”. A partir de ese momento, se tomó la decisión de “recuperar” la obra, pues —dice Cruz—“no estaba recibiendo el tratamiento que merece una obra de esta calidad e importancia, no sólo por estar firmada y fechada, no se había estudiado antes y por ello permanecía inédita, fue un descubrimiento notable; la Dra. Robin escribió un artículo (en ‘Anales’, del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM) sobre el hallazgo y la puesta en valor de esta pieza”.De manera simultánea a esa labor de la canadiense, a la doctora Cruz le tocó “gestionar la restauración, gracias a los buenos vínculos entre el MRG y la ECRO; de ese modo, se logró que pudieran intervenir la obra como parte de su programa didáctico. Lo importante es la suma de esfuerzos entre dos instituciones para favorecer la protección y conservación del patrimonio cultural de Jalisco”.Así, después de gestionar recursos para la compra de materiales, se consiguió —indica la investigadora— “ingresar la obra en 2018 a la ECRO y comenzar la restauración (me nombraron directora de la escuela en diciembre, así que acompañé desde ese puesto el proceso), donde se involucraron alumnos y maestros de la institución. Terminé mi gestión en marzo de 2021, así que he seguido la restauración aquí y allá, de modo que se concluyera y retornara la obra al museo, además de conformar una exposición que le diera la difusión que merece”. En estos términos, el proceso de restauración se completó en casi cuatro años, a pesar de las limitaciones de la ECRO (horarios y objetivos académicos) y la pandemia; pero se puede considerar “una restauración hecha en tiempo récord y con una optimización de recursos impresionante”, explica Cruz, “se hizo con recursos limitados, pero se consiguieron finalmente los materiales, no sólo a través del INAH sino gracias también a la perseverancia de la ECRO”.Ahora, cuando la obra se revisó, “las orillas con que estaba ligada a los bastidores estaban muy deterioradas, había pérdidas de soporte textil y capa pictórica, abrasión y barniz oxidado, intervenciones empíricas y parches; pero la labor de restauración fue afortunada, y requirió de un reentelado holandés a la cera resina, proceso que le dio mayor soporte (por la inestabilidad estructural de la pintura) y resistencia, después vino la limpieza, la reintegración de imagen y de color”.Pero lo importante, sostiene la investigadora, “es que se ha renovado una obra que es patrimonio jalisciense, una obra que fue parte de sus conventos y forma parte de la historia de la ciudad y la región. Al público se le dará a conocer ahora parte de su historia, algo que le corresponde en términos de identidad y memoria histórica”. CT