México, un país con más de 120 millones de habitantes, cuenta con 69 lenguas pero sólo una de ellas se impone en todo el territorio: el español. El resto, que es mayoría, es visto con cierto desdén: si no se pertenece a una comunidad es raro que se aprenda por decisión propia.Durante bastante tiempo, la lingüista y activista Yásnaya Elena Aguilar, de ascendencia mixe, encabeza los derechos lingüisticos y propone la defensa las lenguas originarias de todo el país.En “Ää: manifiestos sobre la diversidad lingüística”, editado bajo el sello de Almadía, la también traductora reúne una selección de sus textos publicados durante 2011 y 2015.En entrevista, Yásnaya explica que el traer los textos de nuevo parte de la necesidad de poner en el centro del debate la desaparición de las lenguas. “Quería que fuera un llamado para hacer una voz más fuerte. Tratar de tener un eco y decir: esto es muy grave, en el mundo van desaparecer la mitad de las lenguas en los próximos 100 años. Necesitamos hacer algo contundente y hacer alianza con las personas hispanoablantes, a las que históricamente se les ha arrebatado su lengua: en 1820 el 70% de la población hablaba una lengua indígena”.En México, según cifras de la Encuesta Nacional sobre la Discriminación, más del 40% de la población indígena ha sido o se ha sentido discriminada, por ello es que Yásnaya Elena advierte que la imposición del español logró arrinconar a otros idiomas y provoca que sean vistos como de segunda clase.“Se ve la imposición y la discriminación. Es distinto en cada caso: no es lo mismo una comunidad que está cerca de una ciudad grande y que todo el tiempo lo está sufriendo, a una comunidad como la mía que está rodeada de otros pueblos indígenas. Yo de niña escuchaba zapoteco, chinateco y mixe; de niña creía, junto a mi hermana, que así era en todo el país. Creía que en la Ciudad de México toda la gente hablaba náhuatl y español. Depende mucho del contexto en el que crezcas”.Y ejemplifica con su caso: “Estudié Letras y me di cuenta por contraste que no sabía leer ni escribir en mi propia lengua, no sabía cuántas vocales tenía… eso fue un gran shock. Me puse a investigar y darme cuenta que en la propia región mixe había un movimiento de escritura, de reivindicación. Me adscribí y hasta los 21 años aprendí a escribir en mi propia lengua”.La defensa de la multiplicidad de lenguas no pasa sólo por pedir el respeto a otras formas de comunicación que no sean el español, sino también por otorgar los mismos derechos a las comunidades indígenas de México. “En un principio estaba muy comprometida con hablar de lo bonito de la diversidad lingüística: cuando descubres cómo se puede hablar del futuro en las lenguas o las métaforas o los mecanismos, ahí todo el mundo dice ‘qué bonito’. Pero la cosa se complica cuando lo pasas a un asunto de derechos: cuando dices que el español no es la lengua oficial, que hay más lenguas nacionales y con el tema de las autonomías de los pueblos”.Y pone el dedo en la llaga: “El Estado es el principal violentador de derechos lingüísticos; no es que no haga nada, es lo que hace. Es bien difícil pedirle a quien te está ahorcando que te ayude, es un sinsentido. Lo que se le exige al Estado mexicano es que deje de violentar, la revitalización sí tiene que estar nuestras manos. Tiene que ser un cambio muy profundo, que pasa por respetar el Artículo Segundo y los Acuerdos de San Andrés. Si nosotros como mixes tenemos un sistema educativo distinto al nacional, la autonomía podría ser una opción”.Yásnaya señala que “hay muchos activistas de la diversidad güística, como la cuenta de Twitter @ActLenguas, que es activismo digital de lenguas indígenas, que trata de hacer de los entornos digitales un mundo lingüisticamente diverso. También hay Firefox o Wikipedia en náhuatl, por ejemplo. Hay un montón de cosas que están pasando pero que no son tan visibles”.JL