Ayer Peter Handke recibió el premio Nobel de Literatura en Estocolmo, donde manifestantes y personalidades denunciaron las posturas proserbias del escritor austriaco en las guerras de la ex-Yugoslavia en los años 1990.La polémica casi eclipsó a la laureada de 2018, Olga Tokarczuk, psicóloga de formación y militante de izquierdas, ecologista y vegetariana.A sus 77 años, Peter Handke recibió el galardón de manos del rey Carlos XVI Gustavo durante una ceremonia formal con los laureados de las otras categorías, excepto la de la Paz, cuyo galardón se entregó en Oslo al ministro etíope, Abiy Ahmed, por la reconciliación llevada a cabo con Eritrea.La Academia sueca decidió galardonar a Handke por su obra que, con “ingenio lingüístico, exploró la periferia y la singularidad de la experiencia humana”, y alabó a “uno de los escritores más influyentes de Europa desde la Segunda Guerra Mundial”.La institución, que siempre ha defendido que trabaja para que la política no se inmiscuya en su actividad, se empleó sobre todo en reconstituirse durante los dos últimos años, tras el escándalo de agresiones sexuales que la hizo implosionar en 2017. El caso comportó el retraso en la atribución del premio de 2018, que finalmente cayó en manos de Olga Tokarczuk.Handke “no es un escritor político”, insistió el presidente del comité Nobel de Literatura, Anders Olsson. Sin embargo, la elección del austriaco no parece haber calmado la situación, más bien al contrario.Una miembro del comité Nobel de Literatura anunció a principios de diciembre que dimitía a causa del laureado. Y el viernes, horas antes de que Handke diera una rueda de prensa, un eminente académico, Peter Englund, anunció que no asistiría a la ceremonia de entrega del premio.“No participaré en la semana del Nobel este año. Celebrar el premio Nobel de Peter Handke sería pura hipocresía por mi parte”, anunció Englund, historiador y escritor, en el periódico sueco Dagens Nyheter.Tras la ceremonia de entrega de los premios, entre 500 y mil personas se reunieron en pleno centro de Estocolmo para una manifestación anti-Handke, blandiendo banderas bosnias y portando brazaletes blancos, como los que los serbios de Bosnia obligaron a llevar a los no serbios en 1992.Premiar a Handke fue “la mala decisión”, declaró Ernada Osmic, una refugiada bosnia que llegó a Suecia en 1995 con su hija.“Tiene derecho a escribir lo que quiera. El problema es que está siendo honrado por sus escritos”, reaccionó por su parte la organizadora de una de las manifestaciones, Teufika Sabanovic.