Apegarse a las reglas estrictas del arte nunca ha sido una opción para Liqen, artista nacido en 1980 en Vigo, en donde desde pequeño comenzó a idear su propio concepto de arte.Aunque su obra ha ido como nómada en distintas partes del mundo y explorando diversos formatos como el mural, el óleo y el arte-objeto, con México tiene una relación especial, en concreto con Guadalajara, que desde hace un par de años figura como su ciudad de residencia tras quedar cautivado por el paisaje y la identidad mexicana.“Yo llegué a Guadalajara hace 10 años, nunca había estado en México y aquí tuve una relación muy dimensional, porque es muy diferente a España, donde todo es más pequeño. A nivel morfológico, que es lo que estudio a través del dibujo, se me abrió un campo diferente y eso me cautivó un poco, pero no solo en la dimensión física, sino también con lo espiritual de la gente, todo lo que conlleva la raíz, la cultura de aquí, es algo que tiene unas dimensiones estratosféricas, eso es lo que me atrajo, la naturaleza y la humana”.Tras pasar un año en Guadalajara y encontrar una red de amistades que lo arroparon a su llegada. Cuando me invitaron a pintar el mural ‘El despertar’, en el Parque Morelos en 2017, me quedé establecido aquí, porque ya había vuelto a España, después estuve viajando, pero decidí quedarme”, explica al recordar también el viaje que emprendió desde Guadalajara hasta Chiapas en bicicleta de panadero durante aproximadamente cinco meses.Esta cercanía con México se refuerza nuevamente a través del Festival Internacional de Cine de Guadalajara (FICG), que en la preparación de lo que será su nueva edición del 1 al 9 de octubre de 2021, ha presentado su nuevo cartel hecho por Liqen, quien desde su sentido más artesanal refleja cómo el cine y el pensamiento humano se complementan cuando hay una cámara y narrativa de por medio.“Llevo mucho tiempo desarrollando un lenguaje propio. El cartel es futurismo, esa idea de intentar atrapar el movimiento en algo estático como lo es el papel. El cine es muy ambiguo, pero encanta el que crea mundos nuevos, que pone en la palestra a mundos nuevos, no algo tan genérico”.En el cartel de la próxima edición 36 del FICG, Liqen también explora esa relación entre la máquina y el hombre: “es algo como si quisieras adelantarte al presente, tiene un toque muy de humor como lo es una cámara de video, de cine, que puede ser un poco antigua. En los detalles hay mucho humor, que creo que es necesario hoy en día. No un humor faltón, sino un humor más para todo tipo de personas”.“Yo soy un australopithecus”, expresa Liqen ante la curiosidad sobre cómo las herramientas digitales intervienen en sus obras, y es tajante al declarar que sus procesos creativos están distantes de la ilustración virtual, pues si algo lo impulsa como creador es enfrentar a una hoja en blanco.“Yo no uso para nada lo digital, soy todo manual, soy un romántico. Creo que lo digital no alcanza todavía, en términos de arte, al ser humano, es una réplica todavía. Una buena pieza, una que tiene valor, es la pieza que está en estado gaseoso y se ha hecho en el estado gaseoso totalmente, no tiene nada de numerología, ni combinaciones binarias detrás”.A través de caos y del análisis de la morfología, Liqen resalta que su enfoque entiende que no hay dos cosas iguales desde lo creativo: “Yo me enfrento al papel en blanco, que es como enfrentarse al vacío casi sin reglas, directamente dibujando, sin marcar a veces nada, encuentro la forma de salir, porque no hay nada exacto en el arte, nada perfecto”.JL