Alma Guillermoprieto, cronista reconocida hace un par de años con el Premio Princesa de Asturias de Comunicación y Humanidades hace un par de años, presenta un ensayo en el que aborda el feminismo desde una perspectiva íntima. Desde Bogotá, Colombia, la también reportera atiende una llamada vía WhatsApp para charlar sobre “¿Será que soy feminista?”, publicado en el sello Literatura Random House.—¿Cuál ha sido la recepción de “¿Será que soy feminista?” entre tus lectores?—Estoy bastante emocionada. Estaba esperando que me atacaran, que me tiraran piedras, pero cada charla que doy me da la impresión que ha sido un libro útil para muchas mujeres jóvenes, que es la esperanza que yo tenía. —El libro está escrito con lenguaje incluyente, ¿por qué fue esa decisión?—A mí me pareció, y me ha parecido desde hace rato, que yo no me siento representada cuando tengo que decir: “uno no sabe”. Siempre me ha parecido torpe y de alguna manera injusto. Al mismo tiempo me parece que cada vez es más cansón, desde el punto de vista de estilo del lenguaje, tener que decir, como Vicente Fox, “mexicanos, mexicanas”. Estilísticamente es un desastre cuando uno está escribiendo y quiere representar a todes. Me parece inevitable que en el futuro, que yo espero que sea de igualdad para todes, tendrá que cambiar esa manera anticuada de usar el lenguaje separatista. Me parece que un idioma es eficiente en cuanto más representa la realidad y quería adelantarme un poquito usando lenguaje incluyente.—¿Es necesario tener conciencia de clase para repensar si sé es feminista?—Si yo voy a escribir sobre mujeres, y pretendo que todas las mujeres sobre las que escribo son como yo, privilegiadas de muchas maneras, entonces estoy cometiendo un error gravísimo puesto que la mayoría de las mujeres que existen en el mundo carecen de todo tipo de privilegios, y esas mujeres pertenecen a una clase que tiene que trabajar muy duro para sobrevivir. No podemos hablar de un solo feminismo, tenemos que hablar de los feminismos que representan a las diferentes comunidades de mujeres y clases sociales.—Muchas veces los medios se centran en las grandes capitales de México para representar a los movimientos. Tú reflejas la contraparte de mujeres que deciden tomar acción desde escenarios pauperizados.—Sí. Son las mujeres que a mí más me interesan, por una sencilla razón: son las mujeres sobre las que he escrito toda la vida. Las conozco y me conmueven. Me parece que sus luchas son las más urgentes y las más importantes por lo que representan. Y me parece que son mujeres que luchan sin ponerse el cartel de feministas en la frente sino el cartel de mujeres, y eso me parece absolutamente válido también.—En libro se aborda el tema de las asesinadas de Ciudad Juárez, ocurrido en la década de los años 90. Decenios después el país sigue igual y ahora, con las madres que buscan a sus hijos desaparecidos, parece que el reclamo en México sólo es de mujeres. ¿Crees que los hombres no exigen justicia como ellas por estar más asimilado a la violencia?—Creo que hay factores económicos. Hay mujeres que pueden dejar sus actividades y dedicarse a buscar a sus hijos y a sus hijas y que para un hombre puede ser más difícil hacer eso. No sé, estoy tratando de inventar disculpas para los hombres. Me parece que las mujeres han entendido la situación de otras mujeres que sufren como parte del sufrimiento propio, y los hombres han sido mucho más lentos para tener esa reacción emocional. Y lo están aprendiendo, porque han tenido que aprender la empatía y la compasión; no son emociones que se les ha permitido y que han reprimido dentro de ellos. Con esta nueva paternidad, que permite que los hombres acaricien a sus bebés, se encarguen del cuidado, esto va cambiando y creo que hay hombre que se incorporan a la lucha por la defensa de todes los seres humanes.—¿El hombre es víctima del capitalismo?—Sí. La inmensa mayoría de los hombres son súbditos del capitalismo. La inmensa mayoría ni son prósperos, ni gerentes corporativos, ni dueños de las 80 empresas más grandes del mundo. La mayoría trabaja por sueldos miserables y la va pasando como puede. Son víctimas no sólo del capitalismo, sino del mito del machismo que se les ha obligado a cargar. El machismo es una lacra que creo que impide la felicidad de los hombres: los obliga a jugar un papel que ni les corresponde ni les puede satisfacer. Por eso siempre me asombro que no haya más hombres que estén en pro del feminismo, porque para los hombres, cuando se acabe el patriarcado va a ser una liberación maravillosa para ellos. Es bueno decir que no es sólo la opción heterosexual que padece está necesidad de asumir el rol machista, también afecta a la opción homosexual: del machismo no se escapa ningún hombre.—En tu libro también hay una diatriba contra los cuerpos que nos presentan en las revistas y en las pantallas. Casi siempre blancos, altos y delgados. ¿Seguimos sometidos a esa representación de lo perfecto?—A mí me preocupa más el disfraz interior del hombre que es fuerte, que no se amilana ante ninguna circunstancia, que tiene pánico de parecer afeminado: léase delicado de sentimientos, de gestos suaves. Eso me preocupa más porque puede ser una cárcel infinitamente peor que la cárcel del fitness.—Dices en algún punto del libro que para que haya mujeres libres primero tiene que haber hombres libres. ¿Debemos liberarnos de la imagen del macho primero y luego del sistema económico? —Uno no puede existir sin la otra parte. Desmontar el patriarcado no sé cómo ocurrirá ni cómo se dará. Si seremos las mujeres las encargadas únicas de transformar la sociedad, si eso se irá dando. Por necesidades lógicas el patriarcado no es un sistema moderno, es un sistema atávico y no sé si irá cayendo por su propio peso. No puede haber una igualdad perfecta de derechos entre hombres y mujeres, que yo diría que esa es la aspiración del feminismo en todos sus niveles, si no se desmonta el patriarcado.—¿Crees que este libro es un reflejo de su tiempo y de la sociedad?—Es en gran parte consecuencia del movimiento feminista de las mujeres jóvenes de hoy. Me obligaron a preguntarme en dónde estoy parada yo: con respecto a mí misma como mujer, a mí misma como feminista, y con respecto a estas mujeres jóvenes que ahora llevan las banderas del feminismo por las calles. Este libro nace directamente de ese impulso. Es un cuestionamiento a mí misma y es un ensayo lleno de preguntas sin contestar porque prefiero que les lectores queden con preguntas que se contesten a sí mismos. Y es un libro que pretende traer el pasado feminista al presente para uso de esta tercera generación y que pretende llamar la atención sobre esos movimientos que a mí me han importado tanto. Busca ser un libro popular para mujeres latinoamericanas.