El escritor H.G. Wells llamó a su célebre novela “La Guerra de los Mundos” porque no se trataba de una batalla entre una civilización marciana y nuestra civilización terrícola, sino de una guerra entre los habitantes del planeta rojo y los del planeta azul. En su novela, Wells propone que, aunque la civilización humana fuera abatida por los marcianos, éstos a su vez, podrían ser aniquilados por otros habitantes del planeta Tierra, en este caso las bacterias.Sin embargo, olvidando que estamos del mismo bando de la historia, la humanidad lleva una época completa presionando a las otras “civilizaciones” terrícolas a entrar en una guerra civil y me atrevo a llamarlas civilizaciones porque no hay nada más civilizado que las interacciones que ocurren entre las distintas especies que habitan nuestro mundo.Como parte del Premio de Cine Socioambiental durante el pasado Festival Internacional de Cine de Guadalajara se presentó la película “Deep Rising”, un documental de Matthieu Rytz sobre el fondo marino que prácticamente es la precuela de “Avatar” o cualquier otra distopía ambiental, pues nos cuenta cómo hemos iniciado el avance bélico hacia la cuna de toda la vida en el planeta, el fondo marino, y todo con el fin de extraer metales raros para fabricar las baterías de autos eléctricos que son “más ecológicos”. Pero estoy seguro de que ninguna persona de ciencia que se respete se atrevería a afirmar que tenemos los conocimientos suficientes sobre el mundo marino y menos aún sobre las comunidades del fondo oceánico como para declararles la guerra.Aun así, hemos comenzado una nueva “guerra de mundos”, lanzando nuestros propios trípodes contra el fondo marino sin tener idea de las consecuencias que esto traerá para el equilibrio planetario, porque recordemos que absolutamente todos los procesos que permiten la vida en la Tierra ocurren gracias a las dinámicas del océano. Así que, no nos sorprenda cuando emerja de las profundidades marinas el Toruk Makto ambiental de este conflicto extractivista, y ya veremos si podremos escapar del caos en un Tesla.Para colmo, sabemos que existen otras formas de producir energía a partir de fuentes más abundantes en la Tierra, como el hidrógeno, la mismísima fuente de energía del Sol, pero ¿cómo monopolizar el hidrógeno si es tan abundante?, se pregunta el capitalismo, mejor convencer a la humanidad de que lo que necesitamos es explotar una fuente aún más rara y menos renovable, pero que generaría mucho dinero para unos cuantos.Quizá nos parezcan lejanas e indiferentes las comunidades del fondo oceánico, pero sus urbes están conectadas con las nuestras, lo que pase en la Fosa de las Marianas o bajo el atolón de Clipperton el agua lo llevará a la superficie.Ese universo de fantasía bioluminiscente y seres gelatinosos que vemos en la pantalla grande es una realidad en la Tierra, son nuestros ancestros y nuestros aliados, sus vidas importan. Y aunque implique trabajar mucho en encontrar otras soluciones, como bien dijera Erasmo de Róterdam “la paz más desventajosa, es mejor que la guerra más justa”.Crónicas del Antropoceno es un espacio para la reflexión sobre la época humana y sus consecuencias, producido por el Museo de Ciencias Ambientales de la Universidad de Guadalajara, que incluye una columna y un podcast disponible en todas las plataformas digitales. Las opiniones expresadas son responsabilidad del autor.Marcos Vinagrillo es biólogo y maestro en comunicación de la ciencia y la cultura. Su experiencia y pasión se ha centrado en la comunicación ambiental a través de acuarios, zoológicos y jardines botánicos. Actualmente colabora con el Museo de Ciencias Ambientales en las narrativas de las exhibiciones vivas, los jardines y el proyecto del Jardín Educativo.