Ya sea una famosa actriz de Hollywood, mundialmente conocida y millonaria o una mujer cualquiera, en cualquier parte, cada víctima de acoso de género tiene dos problemas: de primera, no se le cree y, además, resulta vergonzoso contarlo.Coincidiendo con el auge del domestic noir y el éxito de ese puñado de autoras que han dado la palabra a las víctimas, BCNegra —el encuentro literario que se celebra desde hace 13 años en Barcelona— ha puesto la atención en la violencia machista y el acoso sexual. “El acoso es una forma de matonismo. Hay que hablar del individuo frente al poder arbitrario. Hay que hablar de la víctima que se rebela. Esa era la idea”, cuenta Carlos Zanón, escritor y comisario del festival.Un género que inaugura su era moderna en 1965 con la imagen de una mujer estrangulada en un lago en “Roseanna”, de Maj Sjöwall y Per Wahlöö, toma ahora la mano tendida hace muchos años por el revolucionario Jean Patrick Manchette en “Fatídica” y da la palabra a víctimas que reaccionan y se vengan.“Hay dos formas de acosar. La transparente: el insulto, la risa, la discriminación. Y la segunda, permanente y perdurable: el acoso que trata de convencerte de que la agresión está justificada. Esa es terrible porque de esa no hay salida”, explica Luisgé Martín.El autor de “El amor al revés” (Anagrama) está hablando del acoso homófobo que sufrió de joven, pero vale para cualquier forma de abuso. “Las mujeres han empezado a hablar sin pedir perdón. El sentimiento de culpa ha empezado a desaparecer también en la ficción. Hay cada vez más mujeres brutas y eso me encanta”, remata.Esas mujeres que se dan la vuelta y se vengan son las protagonistas del domestic noir. Impulsado por el éxito de “Perdida”, de Gillian Flynn, este subgénero de la novela criminal se ha servido de su enorme éxito comercial para poner el grito de denuncia en boca de todos.“La novela negra es muy popular y en ese sentido es útil. Muchas mujeres me escribieron para decirme que estaban en la misma situación de acoso que la protagonista de mi primera novela. Me sorprendió. Pero en mis historias ellas ganan y para mí eso es muy importante”, comenta B.A. Paris, que ha conseguido vender un millón de ejemplares de su primer libro en Reino Unido. En “Al cerrar la puerta”, ‘Grace’ disfruta a ojos de todo el mundo de un matrimonio perfecto convertido dentro de casa en un infierno diseñado por su marido sin ni siquiera rozarla. “Los abusos mentales son los peores, porque se puede pensar que la mujer se lo inventa, no sabemos qué pasa tras la puerta. Las mujeres se avergüenzan porque se creen que les pasa porque no son fuertes. Están atrapadas” señala.Pero denunciar a través de la ficción tiene sus riesgos, más aún si se trata de relatos de éxito y consumo masivo. “Ahora el feminismo logra la atención porque está de moda. Pero todo esto ya ocurría antes. ¿Dónde estaban el periodismo y la ficción entonces?”, comenta airada y reflexiva la periodista Elisa McCausland, autora de “Wonder Woman. El feminismo como superpoder” (Errata Naturae).Con información de El País¿Dónde queda el hombre más allá del papel maltratador y asesino? ¿Qué pasa con los lectores en un mundo en el que son las mujeres las que lideran los índices de lectura? ¿Y con los autores? “Hay hombres que pueden leer estos libros escritos por mujeres y protagonizados por mujeres e identificarse con la víctima, no solo con el psicópata o el acosador”, considera Paris, que acaba de publicar en España “Confusión”. También hay algunas lagunas a la hora de asignar papeles: “Me gusta el hombre fatal, que está si se escarba en la historia del género negro, aunque no mucho. ¿Por qué siempre la lectura clásica ha sido que hay una mujer que lleva al hombre al desastre?”, se pregunta Lucía Lijtmaer, especialista en cultura popular desde la perspectiva de género.Hay quienes no creen que este sea el papel de la novela negra. James Ellroy, cuya obra siente el aliento del fantasma de su madre asesinada cuando él era un niño, lo tiene claro: “Puede que llegue un momento en que las mujeres dejen de ser víctimas de abusos, pero no lo creo. Si esperan de mí un relato políticamente correcto que vierta lágrimas por las víctimas, se han equivocado de hombre”, comenta tenebroso el premio Pepe Carvalho. “Las autoras y las protagonistas son ya y ahora”, reafirma el comisario Zanón para contrarrestar.La escritora y periodista Berna González Harbour, creadora de la comisaria Ruíz, ve luces y sombras. “No creo en el deber de denuncia de la literatura, que es posiblemente la única área de libertad total para el ser humano, pero lo cierto es que la novela negra siempre ha ejercido de puñetazo emocional e intelectual para despertar conciencias o retratar inmoralidades a nuestro alrededor. Y por eso ha encontrado ahora un gran momento: porque se han hundido las certezas. Cada novela negra es en realidad un #MeToo. Una forma de retratar el abuso silencioso que sufren los vulnerables, que a la herida provocada suman el estigma, la vergüenza, la sumisión”.Tradicionalmente, la novela negra ha tenido a la mujer como víctima y ha caído en cierta fascinación por el victimario. “Uno de los pecados originales del género es la glorificación y el papanatismo que se ejerce en torno a los asesinos y psicópatas, personas totalmente disfuncionales”, comenta Lorenzo Silva, que acaba de publicar “Tantos lobos” (Destino) una nueva entrega de las aventuras de los guardias civiles Vila y Chamorro, cuatro historias, cuatro asesinatos de mujeres, cuatro perpetradores mediocres y desmitificados.“Me Too” o “Yo también” es el nombre de un movimiento iniciado de forma viral como hashtag en las redes sociales en octubre de 2017, para denunciar la agresión sexual y el acoso sexual, a raíz de las acusaciones de abuso contra el productor de cine y ejecutivo estadounidense, Harvey Weinstein. La frase, utilizada durante mucho tiempo en este sentido por la activista social Tarana Burke, fue popularizada por la actriz Alyssa Milano, quien animó a las mujeres a tuitear sus experiencias para demostrar la naturaleza extendida del comportamiento misógino.