Martes, 26 de Noviembre 2024

La ciudad del despojo y la discordia

Con “Olinka” el escritor tapatío Antonio Ortuño nos transporta desde los rincones de nuestro entorno hasta los sitios donde las letras no pueden salir huyendo

Por: Jorge Pérez

Antonio Ortuño. Con el personaje de Aurelio Blanco, el escritor sacude los ojos de los lectores al presentar una sociedad distinta. EL INFORMADOR / F. Atilano

Antonio Ortuño. Con el personaje de Aurelio Blanco, el escritor sacude los ojos de los lectores al presentar una sociedad distinta. EL INFORMADOR / F. Atilano

Olinka es un fraccionamiento que simboliza el crimen y despojo detrás del negocio inmobiliario, el fracaso en los desplazamientos sociales y la antítesis de la Olinka que soñó el Dr. Atl, una ciudad utópica para científicos y artistas, convertida en una urbe de criminales y especuladores. En este contexto Aurelio Blanco, protagonista de la novela “Olinka” de Antonio Ortuño (Seix Barral, 2019), sufre el abandono de su familia política, que lo utiliza como chivo expiatorio para las corruptelas detrás de la construcción.

Vía telefónica desde Berlín, Antonio nos platicó sobre el origen de este nuevo libro: “Es un proceso largo. Escribí una parte grande del manuscrito en una primera etapa, después decidí cambiar un poco el orden de la estructura de libro con este juego de un primer momento con Blanco y la salida de la cárcel, para después meter el segundo momento y contar el pasado de los protagonistas. De alguna manera la idea original se fue transformando con la realidad de la escritura: en medio de todo esto tuve que hacer un montón de viajes con “La vaga ambición” (2017). Me dediqué a tomar notas y a revisar el manuscrito. Aproveché para leer bastante críticamente lo que tenía, rearmarlo y rehacerlo. Terminé el texto y en un último momento aquí en Alemania hice una revisión exhaustiva del manuscrito. Fue un proceso bastante largo, distinto a los otros libros que he escrito”.

Es una novela que tiene que ver con Guadalajara, “con una parte de la ciudad que comparte una serie de problemas que son visibles en cualquier ciudad del mundo, como la gentrificación, el desplazamiento y la aniquilación de las comunidades suburbanas, lo poquito que queda de las comunidades rurales a los alrededores de ciudad. Quise hacerlo en mi ciudad, me hubiera parecido un poco hipócrita ubicarla en Berlín donde llevo solo unos meses, o en cualquier otro lado. Quería hablar de Guadalajara: retomé estas frases pomposas y gigantes, tan propias de la ciudad y rodeadas de tanta neblina”.

“Justicia, sabiduría y fortaleza custodian a esta leal ciudad” (el lema escrito en el pedestal de la Minerva) y “Que nunca llegue el rumor de la discordia” (del frontis del Teatro Degollado) son los irónicos epígrafes que Ortuño colocó para darle la bienvenida al lector de la novela: “Son los lugares emblemáticos, de postal de Guadalajara: son frases que muchos leen y que para casi nadie dicen nada a estas alturas. Traté de resignificarlas, de un modo irónico para la novela”.

La “justicia”, concepto ambiguo, se refleja en el despojo constante que recapitula la novela, propiamente en dos momentos: uno contemporáneo y el de hace dos siglos: “La novela tiene mucho que ver con esta especie de guerra de castas, que en Guadalajara se ha librado desde la conquista y en la que siempre ganan los mismos. Los patriarcas, los dueños de la ciudad, que han sido casi los mismos desde que se fundó la villa de Guadalajara. En la novela está ese pueblo desplazado, abusado incluso: echado, perseguido y exterminado por todos los medios, legales e ilegales. Y la clase media, ambiciosa pero despolitizada y desmovilizada que lo único que intenta es colarse de alguna manera a los pasillos del poder, aunque sea como sirvientes.

Es el caso de Blanco, quien a pesar del matrimonio (coartado por su estancia en la cárcel) nunca logra “entrar al clan”: “Es parte de la familia, entre comillas: está un escalón abajo. Siempre será el niño de los mandados, el que lavaba el carro, el vecino de al lado. Eso no cambia. La clase media es vista como un vehículo, proveedora de personal, servidores y operadores para quienes mandan. Eso no significa, a fin de cuentas son personas, que no tengan relaciones más profundas”.

obra. “Olinka”, detrás del nombre se oculta una historia llena de corrupción. EL INFORMADOR / F. Atilano

Momentos clave

Como es frecuente en la literatura de Antonio Ortuño, en “Olinka” hay escenas violentas, como el de una violación: “Era una escena clave en la novela, porque tiene que ver con un personaje fundamental: Alicia, la ex esposa de Blanco. Este quiebre que se da en una sociedad en donde todo el mundo está en guerra contra todo el mundo. La gente puede ser víctima en las clases altas, por otro tipo de errores sistémicos que existen, como el machismo y la violencia contra las mujeres. La que ha sido victimaria, la hija de los ricos, se convierte a su vez en una víctima. El personaje de Alicia para mí es fundamental, lo mismo su hija: de alguna manera reflejan todos esos enraizados problemas en la sociedad que golpean a las mujeres, está en el combustible de lo que pasa hacia el final”.

Sobre la decisión de narrar una escena así, agregó: “Desde luego es muy difícil escribir cualquier escena, pero hay escenas específicas que son muy complicadas, en las que uno siempre está en el filo del horror. Tanto esa escena, como el ataque del grupo armado a lo que queda de la comunidad rural donde están las familias que no se quieren ir, son dos de los pasajes más difíciles de escribir en el libro, pero que la novela lo necesitaba. Me parece que la literatura debe de llegar hasta donde llega la gente: y si la gente es capaz de hacer esas cosas, y las hace continuamente, la literatura tiene que estar ahí, no puede salir huyendo y escudarse en el concepto del ‘buen gusto’ del siglo XIX para no abordar esos temas. Creo que son temas de los que se tienen que hablar: el narrador debe llegar hasta donde llega la gente, así sea sus partes más horribles”.

El planteamiento de la novela, con Blanco, un personaje que sale de la cárcel y se encuentra con una sociedad distinta, coincide con otro momento en los libros de Ortuño: en la novela “Méjico” (2015), aunque en “Olinka” explora con mayor profundidad la circunstancia: “Es un personaje que cumple unos años en prisión. La diferencia sería que el Concho sí es un criminal, en cierta medida el malo del libro. En este caso es el protagonista. No había hecho la relación, no es que sea un tema que me seduzca, el de la cárcel; pero sí me interesa el paso del tiempo. Es algo fundamental en el caso de Blanco: sale a las calles como si aterrizara en un planeta nuevo. La ciudad es otra cosa, han cambiado tantas cosas pequeñas, lo suficiente para que se sienta raro. Como si estuviera en una versión extraña de la realidad. En todo caso es lo que le pasa a uno mismo al envejecer”.

TOMA NOTA

Lo que sigue

Tras la publicación de “Olinka”, Ortuño pasará por Francia, Croacia y Colombia entre ferias y encuentros, para luego venir a México en el verano y recorrer las ferias nacionales. Además de una próxima novela, Antonio trabaja en una antología de su trabajo periodístico, con sus textos con la temática de la literatura.

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