Viernes, 29 de Noviembre 2024

Incendios: devociones entre la fe y la tradición

En la víspera de la Semana Santa se preserva en Guadalajara la instalación de los Altares de Dolores, actividad que enmarca este Domingo de Ramos

Por: Norma Gutiérrez

Daniel lópez hernández. El historiador habló sobre el impacto de esta tradición en nuestra ciudad. EL INFORMADOR / A. Camacho

Daniel lópez hernández. El historiador habló sobre el impacto de esta tradición en nuestra ciudad. EL INFORMADOR / A. Camacho

La fascinación por los altares en México no puede negarse y sin lugar a dudas los festejos del tradicional Día de Muertos han sido clave para que el mexicano se consagre a nivel mundial como experto si de hacer un altar se trata, en memoria de los que ya no están desde una visión festiva y con bastante respeto.

En este mismo terreno, México también se ha encargado de defender otro tipo de altares que por décadas han iluminado por las noches a los barrios en la víspera de Semana Santa. Se trata de los Altares de Dolores, tradición que cada año, justo el viernes previo al Domingo de Ramos, recuerda los siete dolores que aquejan a la Virgen María y memoran algunos de los pasajes más populares o trágicos de la vida de Jesucristo, desde su anunciación, el viacrucis y su crucifixión.

Lágrimas de María. Uno de los tantos símbolos que identifican a la Virgen de los Dolores. EL INFORMADOR / A. Camacho

Guadalajara no es ajena a esta tradición y este año, el historiador Daniel López, ofreció en el Museo de la Ciudad una charla sobre el impacto histórico que este ejercicio ha tenido en algunos de los barrios y calles más emblemáticos de la metrópoli tapatía, desde sus orígenes, adaptaciones, interpretaciones y toda la simbología que gira entorno a los llamados también “incendios”.

“El altar permite quizá tres modos de mirarlo o vivirlo, desde quienes se acercan desde la fe como creyente y convencido de algo que está dedicando a la Virgen. También está quien se acerca desde la parte artística, por la belleza que el altar tiene, que puede atraer al turista o el curioso y quieren saber de qué se trata esto. Está también quien se acerca desde la tradición independientemente de su credo. Esto forma parte de la identidad que nos caracteriza como tapatíos, es el principal incentivo para abrazar esta tradición y no dejarla morir, enriquecerla con elementos muy propios de nuestra época”.

Instalación. La configuración de estos altares pasó de las iglesias a colocarse en los hogares. EL INFORMADOR / A. Camacho

El historiador recordó cómo otras disciplinas artísticas como la escultura, literatura y la pintura han reflejado desde distintas visiones la fascinación por los altares de dolores y las representaciones que la Virgen dolorosa ha tenido y cómo el pueblo mexicano adoptó esta tradición y culto a raíz de la colonización española desde su gestación en Europa y la influencia que los jesuitas tuvieron para que esta práctica realizada al interior de las iglesias migrara hasta los hogares.

“La tradición se hacía al interior de los templos, pero se fue apropiando por el pueblo y lo llevan a sus casas particulares, en sus salas o zaguanes con luces y elementos que tratan de conmemorar de una manera muy personal y con una interpretación muy independiente de la Virgen de los Dolores”.

Daniel López destacó algunos de los elementos que han marcado una tradición visual para identificar a la Virgen de los Dolores y sus altares que cada año protagoniza los “incendios”, particularmente caracterizada por llevar en su corazón una daga o siete puñales.

Exhibición. En el Museo de la Ciudad se mostraron los Altares de Dolores. EL INFORMADOR / A. Camacho

Símbolos como el pañuelo que recuerdan su llanto, esferas brillantes, prominentes lágrimas en las mejillas de la virgen, túnicas decoradas y elementos variados entre el blanco y morado que remiten a la pureza y al luto, son algunas de las insignias que nos manifiestan estar frente a la Virgen de los Dolores y que ya puesta en los “incendios” ha dado paso a otras tradiciones, incluso artesanales, como la cera escamada y los manteles, cortinas o banderines de papel picado que conviven junto a naranjas agrias, ramas de pino y lo más característico: velas o cirios encendidos que magnifican y engloban a toda esta tradición que se mantiene entre los devotos y no creyentes.

A la tapatía

Aunque los elementos que constituyen a los “incendios” han perdurado por siglos, el historiador Daniel López, puntualiza que no existe un manual por parte de la iglesia que determine qué elementos sí o no deben estar presentes, pues los Altares de Dolores se han adaptado al gusto y presupuesto de cada familia y han hecho de esta tradición una apropiación totalmente popular.

“El barrio de Analco ha sido uno de los principales promotores del rescate de esta tradición con el programa ‘La pasión de Analco’; ahora regresa y esperemos que se mantenga en el Paseo Alcalde. También está en el barrio de La Capilla de Jesús”.

Otra característica clave de los Altares de Dolores es que si bien los “incendios” solo se montan y exhiben, por lo general, solo un día, su construcción puede iniciar desde el miércoles de ceniza al poner a germinar la alfalfa junto a figurillas decorativas para que fueran adoptando un color especial que remitan a la solemnidad y nostalgia. Incluso, hasta la gastronomía se ha inculcado con fuerza en esta tradición, al ser costumbre ofrecer agua de limón con chía que recuerdan las lágrimas de la virgen.

“Como tradición de la cultura popular podemos añadir elementos propios de nuestra época, quizá ahora sea más difícil encontrar una rama fresca de pino, pero podemos usar otras cosas locales como el romero o la lavanda que tenemos en casa, esto enriquece la tradición”.

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