Jueves, 21 de Noviembre 2024

Humanos como Humus

La compañía Recompose, con sede en Washington, ofrece convertir los restos humanos en composta que dará paso a nueva vida

Por: Abril Ambriz

«Humus», la palabra que designa la tierra fértil, ha pasado al español sin cambios desde el latín, y se encuentra en la raíz etimológica de «humano». CORTESÍA/Maqui Ruiz

«Humus», la palabra que designa la tierra fértil, ha pasado al español sin cambios desde el latín, y se encuentra en la raíz etimológica de «humano». CORTESÍA/Maqui Ruiz

Debo aceptar que cuando pienso en la muerte aún me abruma y me invade una sensación de extrañeza, tal vez por no enunciar miedo. Aunque el miedo es una respuesta natural frente a lo desconocido, el pensar o siquiera hablar de morir resulta todavía una especie de tabú en nuestra cultura. Pero ¿por qué?, si acaso algo distingue a nuestra condición como humanos es la conciencia de que nuestra existencia tal y como la reconocemos ahora, algún día llegará a su fin. 

Hace poco encontré una noticia: una compañía llamada Recompose, en Washington, ofrece convertir los restos humanos en abono para el suelo, en composta. A través de un cuidadoso proceso que dura unas cuantas semanas, se preparan los cuerpos en contenedores especiales con otra materia orgánica que eventualmente se transformará en nutrientes para dar paso a una nueva forma de vida. Acorde a la compañía, las cremaciones emiten dióxido de carbono y partículas a la atmósfera, mientras que los entierros consumen tierra urbana valiosa y contribuyen al cambio climático a través de la fabricación y transporte de ataúdes y lápidas, en otras palabras: morir también tiene un impacto sobre el planeta tierra. De modo que, esta alternativa de pronto me hizo reflexionar sobre las maneras en las que como sociedad hemos concebido la vida y, por ende, nuestro final. ¿Podemos aprender a vivir y a morir en el Capitaloceno?

Las maneras de concebir la muerte han variado a lo largo del tiempo y del contexto donde nos situemos. No podemos entrar en un extenso recuento social, cultural y filosófico sobre ello, pero lo que sí puedo decir ahora es que la muerte y sus procesos en la cultura occidental pasaron de ser un suceso que se vivía de manera colectiva e inmediata y que, por ende, formaba parte de todas las esferas de la vida cotidiana (como en la Edad Media), a algo lejano, privado y en ratos ajeno; una muerte que se emparenta en parte con los procesos de higienización de las ciudades, pero más aún con el pensamiento moderno anclado en el individualismo.

Lo anterior me resulta una paradoja si pienso en un fragmento de nuestro complejo contexto actual; el que tiene que ver con la crisis socioecológica, porque posiblemente por primera vez en mucho tiempo nos enfrentemos al hecho de pensar en la muerte en colectivo, incluso más allá de la vida humana. La extinción de especies, la destrucción masiva de los paisajes naturales nos habla de una necesidad de pensar con y desde la compleja trama de la vida.  

Donna Haraway y Rusten Hogness hablan de ser composta: el humus, un componente importantísimo para el suelo tiene la misma raíz que humano. Quizás es desde donde debemos partir para regenerar y ser con otras formas de vida; en buscar respuestas desde lo colectivo y lo profundo, siendo conscientes de que la muerte implica transformación y, sobre todo, renacimiento.

Sobre la autora

Abril Ambriz es historiadora de arte, apasionada por los libros antiguos y la biología. 

En constante búsqueda sobre cómo habitar y leer el mundo. Colabora con el Museo de Ciencias Ambientales.

Para saber

Crónicas del Antropoceno es un espacio para la reflexión sobre la época humana y sus consecuencias, producido por el Museo de Ciencias Ambientales de la Universidad de Guadalajara, que incluye una columna y un podcast disponible en todas las plataformas digitales.
 

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