Para quienes desconocen vida y milagros de la escritora mexicana Guadalupe Loaeza, quizá resulte una sorpresa su ascendencia tapatía, no sólo porque su madre nació en Guadalajara sino, también, por el parentesco que la liga a Chucho Reyes Ferreira y, si nos extendemos, la variada lista de autores jaliscienses que conoció y cuya obra sigue admirando, como Rulfo, Arreola, José Luis Martínez o Agustín Yáñez.De hecho, recuerda la narradora, sus padres llegaron a la capital del país en una época en la que “muchas familias burguesas de Guadalajara llegaron a vivir a la Ciudad de México y se instalaron en las colonias Juárez y Roma. Solía ir a comer los jueves a casa de Chucho Reyes, porque ir a su casa -un verdadero museo- era una maravilla, todo era perfecto, era una casa tapatía”.Asimismo, comenta Loaeza, fue Guillermo Tovar y de Teresa -su primo hermano- quien la llevó un día “a ver a Juan Rulfo, quien trabajaba entonces para el INI (Instituto Nacional Indigenista), como un burócrata más, con la piel casi transparente, sus manos blanquísimas y una mirada que veía no sé desde dónde. Era de una sencillez y una modestia impresionantes”.Abrir los ojosEvocar, en este sentido, su libro “Leer o morir” (Aguilar, 2013), es adentrarse en “mis novelas preferidas; hablo de Rulfo, claro, pero también de “Madame Bovary”, de “Los hermanos Karamazov”, de “El principito”, lecturas fundamentales y universales, que son esenciales porque hay que tener una base mínima para ser un buen lector. En ese libro hablo de lo que a mí me ha abierto los ojos”.En estos términos, “ser lector”, nos dice Loaeza, “es algo que se aprende -creo- desde niño; si desde niño no vio libros en casa, es difícil que le guste la lectura, y después de los diez o doce años será muy tarde, sobre todo si no escuchó a los padres hablar de libros o no le leyeron, por ejemplo, cuentos antes de ir a dormir. Eso es muy importante, es formar un lector”.Todo formato valeA lo anterior se puede sumar el acceso a los libros pero, afirma la escritora, “las librerías han perdido mucho con la pandemia, venden menos. Pero, hoy día, hay otras modalidades para quien busca historias, está el audiolibro, los e-books (o libros electrónicos); en mi opinión, cualquier formato es recomendable para que la gente lea”.Y eso no es todo, agrega, “la gente se tiene que acercar a la literatura por cualquier medio; uno de ellos es el cine, porque si se piensa en “Madame Bovary”, de Gustave Flaubert, hay como seis versiones (de diferentes países) y son accesibles. Lo que digo es que es una forma de acercarse a los personajes universales”.Relación llamativaSu visita a la zona metropolitana obedece a tomar parte en diferentes actividades, una de ellas fue presentar en Zapopan su libro “La última luna: el amor secreto de Amado Nervo” (2017), escrito a cuatro manos con Pável Granados, en el que aborda por medio de diez cartas -una correspondencia imaginaria- “los sentimientos que el poeta nayarita reveló a su hijastra, Margarita Elisa Dailliez, hija biológica de Ana Cacilia Luisa Dailliez, con quien vivió en París” (y a quien escribió su célebre poema “La amada inmóvil”).Esta relación “llamativa, por decir lo menos”, destaca Loaeza, entre el poeta y su hijastra “hizo a Nervo escribir unas cartas hermosísimas; la crio mientras vivió con su madre, pero al crecer, se desarrolló en él un amor platónico muy fuerte”.De este modo, el abordar como personajes a figuras históricas significó un reto, “porque tuve que imaginar los sentimientos probables de Margarita respecto de su padre. Fluyó bien, porque Pável conoce muy bien la obra de Nervo y porque seguí el tono de las cartas; hay que recordar que él está de viaje y la muchacha va a vivir con sus hermanas en la Ciudad de México”.TOMA NOTAAlgunos libros de Guadalupe LoaezaMQ