La historia es un maquillaje narrativo que la ciudad renueva cada día, no se diga cada fiesta de aniversario. Y las ciudades –esta y otras– con siglos de edad construyen su capital simbólico, su carácter y su memoria con el trajinar diario de sus habitantes y sus actividades cotidianas; nada hay más tapatío, ya que esto refiere a Guadalajara, Jalisco, que su centro centenario y, en él, aquellos sitios que se recorren y ayudan a forjar señas de identidad desde el pasado.Y aquí parte fundamental de lo que somos está en el culto religioso, y desde que este cuarto asentamiento se volvió definitivo hubo sitios para la devoción. Y basta un botón: Guadalupe de la Torre, nativa de la ciudad, ha rezado y se dispone a abandonar la nave del Templo de Santa María de Gracia —ubicado en Avenida Hidalgo, a un costado del Teatro Degollado—, donde estuvo la Iglesia de San Miguel, entre 1549 y 1618, recinto que formó parte de un monasterio de monjas dominicas y que, aunque tuvo varias etapas de construcción, de acuerdo con la Arquidiócesis de Guadalajara es el primer templo católico de la ciudad.Para De la Torre, esto de rezar “y dar gracias” es una “costumbre” de antaño, pues “con la familia se aprende a practicar la devoción”, lo que puede hacerse en cualquier de los templos de la zona, que sirven asimismo para orientarse; ahora tocó Santa María de Gracia, que fue catedral de manera provisional hasta 1618, cuando se terminó de construir la actual que, según ha dicho el sacerdote e historiador Tomás de Híjar, inició su construcción en 1572, y por ello es el templo más antiguo de la ciudad.De cualquier forma, en ambos recintos se ora y restablece el alma.Ahora, de reposo y sanación saben a poca distancia, pues la calle Hospital alberga el más importante nosocomio del Occidente del país, el Hospital Civil de Guadalajara, que abrió sus puertas en 1794 como Hospital de San Miguel de Belén, proyecto y obra del célebre Fray Antonio Alcalde; y de su trascendencia da fe don Mario Iglesias, nativo del barrio de Mezquitán, quien desde hace 29 años trabaja lustrando calzado –“aunque antes fui zapatero”– frente al edificio.Así, don Mario ha visto “de todo”; aquí llegan enfermos “de todas las clases y de todo el estado, además de varias partes de la república”; y sabe que este hospital “es indispensable y beneficioso para aquellos de escasos recursos”, por eso debe “continuar el esfuerzo, porque no sé de un sitio igual”, un lugar donde también “ha habido excelentes médicos y maestros (como López Leyva o Rivas Souza)”.Con una clientela esencialmente de doctores, el trabajo “me permite ir sobreviviendo”; y al ver a los niños y jóvenes en los juegos del parque recuerda cómo muchas familias “traen a sus enfermos, se prolonga la estancia y batallan con los recursos económicos”, y no son los únicos, “porque cuando traen comida acá afuera, la mayoría son personas en situación de calle”.Por otra parte, aunque la vida vecinal no sea lo mismo que hace décadas, hay construcciones cuya presencia representa la historia para quienes han “heredado” el centro; Casa Reforma es un buen ejemplo, lleva años bajo una constante restauración que, primero, permitió liberar la acera de los soportes que por años detuvieron el derrumbe de la finca y, gracias a la acción decidida de la asociación civil comodataria de la casa —la compañía de teatro de títeres La Coperacha— se ha conseguido recuperar la casa con apoyo de distintos niveles de gobierno.Ahora, la casa es una de las fincas virreinales más antiguas de Guadalajara, data del siglo XVII y se cuenta entre las construcciones más antiguas que quedan en pie; estuvo a punto del colapso, pero su restauración ha hecho posible que hoy día sea un centro cultural para las artes escénicas.Clasificada como monumento de valor patrimonial, se restauró para preservar los sistemas constructivos originales.Asimismo, existen otras formas de habitar fuera de casa, por razones diversas; y el centro de Guadalajara ha tenido desde hace mucho opciones para ello. Una, el Hotel Francés –denominado así desde 1892, en calle Maestranza 35–, una edificación inaugurada en 1610 (más de cuatro siglos en pie) y que, naturalmente, ha contado con algunas remodelaciones a lo largo del tiempo.Desde la gerencia general, Sandra Robles refiere que se conoció como “Mesón de San José; y operó como refugio que perteneció, en el siglo XIX, a franceses dedicados al comercio en la ciudad”. Por supuesto, con tan larga historia, los huéspedes conocidos no son pocos, entre ellos el escritor D.H. Lawrence, Benito Juárez, Charles Bronson (que filmó una película ahí) o el propio Francisco I. Madero, de quien se dice que pronunció una de sus primeras arengas como candidato desde uno de los balcones.Poseen incluso habitaciones –en uso– donde se conservan vigas de la construcción primera, o aquella, se cree, desde la que se dirigió Madero a una multitud de seguidores; además, una atracción extra es el elevador original que se adquirió el siglo XIX, fabricado por una empresa italiana y que fue el primero de Latinoamérica en su tipo.Y el placer tiene su espacio, también; La Fuente es, sin duda, una cantina (fundada en 1921) que es fundamental para la ciudad; cuenta don Rogelio, al frente del negocio, que “ha tenido sus altas y bajas”, pero han acompañado la historia de la ciudad, “lo que nos ha ayudado a darla a conocer” y que venga “gente de muchas nacionalidades”.Y este “centro de reunión”, con buena charla, música y trago, tiene una importancia cultural enorme, “aquí viene desde un obrero a un empleado de gobierno, profesionistas o escritores, todos platican entre sí y se revuelven”, por eso don Rogelio es claro, “no pagamos publicidad, ya nos la han dado, de boca en boca”. La Perla Tapatía, Guadalajara, es tradición y cultura, pero también diversión con una vida nocturna viva. A lo largo de las décadas han existido emblemáticos lugares que han sido parte de la historia popular de la metrópoli, algunos han perdurado y otros forman parte de la memoria colectiva.José Ventura, quien trabaja en venta de refacciones, mira al pasado y recuerda su época de juventud a inicios de los 80, destaca que la música disco estaba muy vigente con Donna Summer, pero pronto llegaría otra diva: Madonna. De 59 años, José recuerda que él y su grupo de amigos entre los 80 y 90 iban a conocer los antros de moda como: “Osiris” (Lázaro Cárdenas), “The Plantation” (López Mateos), “Génesis” (Misión Carlton) y la discoteca del Hotel Fénix (Ramón Corona); incluso, destaca que en estos lugares se hacían tardeadas para los menores de edad, “había cero alcohol en estas tardeadas y era de ir a bailar y sudar la gota gorda, no importaba si no llevabas pareja, te ponías frente al espejo y sacabas tus mejores pasos”.Al inicio del nuevo milenio, cuando los adolescentes tenían entre 15 y 17 años, acudían también a las tardeadas, Isela Martínez, quien tiene 37 años, recuerda que iba a un sitio en particular por la zona de Plaza Milenium, en Avenida López Mateos. Isela, quien se dedica a servicios financieros, expresa que justo cuando cumplió 19 años, en el momento en el que estaba en la Universidad de Especialidades del UNE del Centro Histórico, al salir de clase se iba con sus amigas a los bares que fungen como botaneros, los que están entre Juárez y 8 de Julio, por ejemplo.También recuerda la vida nocturna “de los antros de ambiente”, como ella les llama, como el “Caudillos” en Prisciliano Sánchez o el “Circus”, donde ahora está por la misma ubicación Cabaret VIP (Galeana). “Por la zona de Chapultepec estaba el ‘Angels’, un lugar de música electrónica muy en boga en esa época”. Isela recuerda que sólo fue una vez y quedó encantada de las caracterizaciones de las estrellas de la noche.Finalmente, Lu García, de 25 años, quien está ligada con la vida nocturna y las relaciones públicas, destaca que su inmersión en el entrenamiento fue cuando estaba en la preparatoria y había concursos como “Miss Prepa”, “donde podías ir por primera vez a un antro, porque aunque todavía no eras mayor, de edad, pero estabas en la escuela, tenías como un permiso. Cuando obtuve mi identificación, comencé a ir a los lugares”.Lu ha estado de lleno en sitios donde se requiere mayor poder adquisitivo, donde también hay otros sitios donde los llamados “cadeneros” pueden hacer esperar por mucho tiempo a las personas antes de que entren, pero también sabe que hay bares y botaneros que son muy demandados por el público como “Cervecería Chapultepec”, “Botanero 21” y “Botánico”.Recuerda que la música que se escucha en estos sitios suele ser dance o reggaetón, “como la colaboración de Shakira con Bizarrap, pero también pop que puedes cantar, los clásicos, como ahora que está de moda otras vez RBD. Y al final, cuando te quieren medio correr, ponen las de Luis Miguel”. Bogar Armando Escobar Hernández, autor del libro “Amaneció en Guadalajara: Origen, auge y ocaso de los cabarets de San Juan de Dios”, comenta a EL INFORMADOR que en este texto habla de los lugares más emblemáticos como “El Sarape”, “La Luna de Miel”, entre otros, que sobre todo se ubicaban entre Gigantes y Obregón. Este apogeo de sitios nocturnos ocurrió en los 60.El especialista también recuerda otros sitios como cantinas a las que se les llamaban “piqueras” donde había venta de alcohol puro, eran sitios muy accesibles y más del barrio. Aunque al hablar de la Guadalajara vieja, hay que recordar otras cantinas como las muy populares en el Barrio de las 9 Esquinas. CT