El escritor georgiano Archil Kikodze (Tiflis, 1972) está en la ciudad para participar en algunas actividades programadas con motivo de la distinción de Guadalajara, Capital Mundial del Libro 2022 -será invitado del programa Escuelas Anfitrionas y participará en el Coloquio Viva La Literatura-.Recién llegado de Chiapas, Kikodze se declara “naturalista” y encantado con México, con entusiasmo por “ver nuevos pájaros, nuevos árboles, plantas, todo es nuevo para mí; de hecho, es la primera vez en mi vida que visito una selva real”, comparte en entrevista con EL INFORMADOR.Escuchar a los jóvenesEl narrador y fotógrafo, que entregó la estafeta de la Capitalidad a Guadalajara, pasará algunos días en la entidad visitando escuelas para hablar con estudiantes; comenta que no es extraño a esta clase de compromisos, y relata, “allá colaboré con el equipo organizador, prestando mi voz para un comercial o incluso atendiendo visitantes de importancia”.De esta forma, comenta Kikodze, estas formas de “publicitar” libros y autores contribuyen a que los jóvenes georgianos lean más y que sea “cool” ser educado , “algo que no sucedía a inicios de los noventa, incluso antes, porque recuerdo que en mi niñez se solía decir de una persona culta que ‘leyó demasiados libros y se volvió estúpido’, no se apreciaba ese conocimiento”.Sobre su participación en las escuelas para hablar con jóvenes estudiantes acerca de la literatura, el escritor georgiano se dice listo para “charlar de lo que me pregunten, espero estén interesados y deseen cuestionar; siempre es bueno conocer a los jóvenes”.Lo anterior, aclara Kikodze, lo cuenta porque “sé de muchos artistas muy importantes en mi país -escritores, cineastas, de todo-que de pronto dicen que ser joven ‘es malo’, y es porque no los entienden ni entendieron, suelen referirse a esta generación como ‘mala’ y, no existe tal cosa, lo que hay es personas jóvenes que, por decirlo de algún modo, deberían ser siempre maximalistas”.Aclara que muchos de estos artistas que desdeñan acercarse a los jóvenes vivieron o se formaron durante la era soviética, pero no sólo se trata de eso -revela el narrado- “nuestro país es pequeño y, a veces, es como si uno hirviera por dentro; es un problema para todo, para la escritura, el teatro, en fin. La cultura debería ser un proceso de intercambio continuo, pues nuestro idioma no es hablado por mucha gente y si hablamos de que uno ‘hierve’ interiormente, en este ámbito pequeño, se pierde a veces la perspectiva de lo real”.El camino a la escrituraEl narrador comparte que su proceso creativo de escritura “no es muy diferente al de cualquier otro escritor en el mundo; se escribe porque no puede uno vivir sin hacerlo. Es simple. Comencé a escribir a los 21 años y ahora tengo 49, no he escrito demasiado, pero no llevo prisa; empecé con los relatos, que disfruto mucho porque me parece un género serio y siempre me sentí bien practicándolo”.Y, curiosamente, con el tiempo, indica Kikodze, “mis cuentos se fueron haciendo más extensos, de ahí en adelante escribí una novela corta, después una más extensa y ahora estoy por publicar otra novela aún más extensa; no me veo haciendo cuento en este momento, porque lo que hago en estos años se encamina a la novela, mis temas se refieren a mi presente contemporáneo, historias familiares o que descubro en las personas, porque me parece fundamental escuchar a la gente”.En ese sentido, el escritor afirma que ha recorrido su país “hasta las regiones más alejadas, he andado entre pastores que no conozco. Lo que me sorprende siempre es la gente que no aprecia sus historias como parte vital de su existencia, que lo que han hecho, sufrido o atestiguado puede inclusive bordear la locura. Es injusto que esta gente no aprecie, a veces, lo fuerte o humanamente débil que puede llegar a ser. Y entonces me robo esa parte de su vida”.Ahora, aunque coincide con otros autores que se refieren a la literatura como una especie de robo, Archil Kikodze aclara que “no quiero ser un mal ladrón, porque no soporto la idea de dañar a otros; porque la literatura no debe tener como propósito la venganza”.Finalmente, Kikodze no deja pasar la oportunidad para destacar su admiración por Juan Rulfo, a quien describe como “un escritor sin piedad, pienso. Su mundo es duro y en él no hay lugar para la esperanza. Sólo hay un escritor (ruso) que me produce algo similar, Varlam Shalámov, pero él escribió sobre los campos de concentración de Stalin, pero en lo que escribe tampoco hay esperanza, ninguna…”.Georgia: dividido entre Rusia y UcraniaPor otra parte, dada la cercanía geográfica de Georgia con la zona donde se desarrolla el conflicto armado entre Rusia y Ucrania, el narrador afirma que en su país “la gente vive muy atenta a lo que sucede en Ucrania, hay muchos voluntarios georgianos que pelean allá, hay una legión, incluso, con la que entrenan también voluntarios británicos (son buenos en lo que hacen)”.Con todo, admite Kikodze que existe un sector de la sociedad georgiana que apoya a Rusia, “en un principio quizá les avergonzaba admitirlo, o temían hablar del asunto en público; incluso ahora, no lo dirán abiertamente, pero siguen existiendo conexiones muy fuertes con el mundo de antes, gente de KGB, que nunca se fueron ni dejaron de crecer en número”.Y a pesar de todo, en Georgia “no dejamos de pensar que el futuro del país está muy conectado con lo que pase en Ucrania. No es una situación fácil; ahora que viajo, le comentaba a alguien allá en casa que me sentía culpable un poco porque sé que acá la pasaré bien estaré contento, que pasaré días sin pensar en el conflicto”.