Un 10 de marzo de 1920, a las 07:00 el tiempo se detuvo. El fuego se apoderó de la mina El Bordo, en el distrito minero de Pachuca-Real del Monte. Abajo quedaron atrapados centenares de mineros y perdieron la vida, por lo menos, 87 personas. La mina era una de las mayores productoras de plata del mundo en ese tiempo. Las llamas consumieron cuanto pudieron y las campanas que estaban ahí para advertir una tragedia no repicaron. Todo fue silencio porque las autoridades sellaron la mina sin cerciorarse si aún habían mineros en las 10 galerías.La prensa de aquel entonces no cuestionó nada y las dudas quedaron en el aire quemado de Hidalgo: ¿Por qué cerraron la mina sin evacuar a los mineros o confirmar si había vidas aún? ¿Quién o cómo desató el incendio? ¿Por qué los peritos reportaron todo en perfecto estado después de la tragedia? ¿Por qué el juez que llevó el caso lo archivó sin culpables? Sobre esa tragedia Yuri Herrera vuelve y presenta “El incendio en la mina El Bordo”, que aparecerá en México bajo el sello tapatío Ámbar el próximo marzo. El escritor se aleja de la narrativa que ha construido para poner una mirada sin ficción en el drama de los habitantes de Hidalgo.Con una investigación acuciosa y por medio de la memoria oral de Pachuca, Herrera recrea los momentos que marcaron la vida de una comunidad y señala, quizá sin advertirlo, los peligros de la avaricia y la división de clases que aún persiste. Los dueños del dinero quedaron impunes y los trabajadores tuvieron que enterrar a sus muertos en una fosa común. Con ecos de Pasta de Conchos y una prosa que huele a Gay Talase, “El incendio en la mina El Bordo” lanza preguntas que debieron ser resueltas hace 100 años pero que deberían encontrar verdad ahora para evitar que la muerte y la impunidad se apoderen del país.-¿Cómo llegas a la historia de El Bordo y cuál fue el proceso desde el descubrimiento hasta que termina en un libro? -Es una historia que se conoce en Pachuca, donde crecí, pero no en otros lugares, y de hecho hay mucha gente en Pachuca mismo que no sabe de esta tragedia, pero hay relatos orales entre las familias de los mineros, y así ha sobrevivido la historia. A mí me llegó a través de mi hermano Tonatiuh, que desde muy joven se ha dedicado a investigar y difundir la Historia del Estado de Hidalgo. Después investigué las fuentes existentes en papel como parte de mi tesis doctoral, pero lo que intenté hacer con este libro es dejar la historia sin mayor intervención mía, como parte de nuestra memoria colectiva. El distrito minero Pachuca-Real del Monte fue en alguna época el lugar donde se producía la mayor cantidad de plata en el mundo; sin embargo toda esa riqueza era extraída sin que hubiera beneficios para la población local, la dimensión del saqueo es tal que a veces pareciera que toda esa riqueza fue producida en otra parte. El despojo de nuestra memoria ha sido parte de eso, éste es un esfuerzo para combatirlo. -La historia recuerda, en muchos momentos, los sucesos de Pasta de Conchos, ¿tuviste eso en mente? Y de ser así, ¿hubo algún cambio en tu planteamiento inicial sobre el relato para contar (y dejar al lector la interpretación) sólo El Bordo? -Bueno, comencé a investigar el incendio en El Bordo antes de que sucediera lo de Pasta de Conchos, pero después sí lo tuve en mente, como otros crímenes que han sucedido en nuestra historia, en especial en los últimos dos sexenios. Para mí la tragedia del incendio de El Bordo es importante porque es parte de mi historia, de la historia de mi ciudad, pero también porque es uno de esos acontecimientos que nos permiten elaborar una genealogía de la impunidad reinante en México. -¿Cómo fue el proceso para dejar de lado el oficio de la ficción para ceñirte sólo a los hechos? -Toda narrativa tiene algo de ficción en la medida en que es inevitable que aparezca la subjetividad de quien recuerda, selecciona, organiza; pero sí me puse algunos límites muy claros: no asumir que sé lo que estaban pensando las víctimas, las que murieron y las que sobrevivieron, y sus familias; no aceptar acríticamente los prejuicios quienes en su momento dio cuenta del incendio (periodistas, funcionarios), sino asentar esos prejuicios como parte de la tragedia; y, en general, no pretender que yo estaba “dándole voz” a gente que fue irremediablemente acallada, sino consignar eso, ese silenciamiento, y escuchar a aquellos que no pudieron ser callados. -Es un libro inusual en tu obra, que apuesta por el lenguaje en diferentes capas y texturas, ¿qué tan complejo es narrar sin otra premisa que contar un suceso? -Para mí la mayor complicación era ética: cómo contar la historia respetando las fuentes, pero consciente de todo lo que no aparece en esas fuentes, cómo recordar utilizando las palabras que registraron los hechos, cuando esas mismas palabras dejaron parte clave de la historia afuera. Así es que por eso digo al inicio que ninguna de las palabras de ese libro es mía, lo cual no significa que haya tenido una actitud pasiva frente a las fuentes, sino que traté de confrontarlas, subrayar algunos textos, resaltar contradicciones y lagunas, pero al final, basándome en las fuentes orales y escritas, tomar decisiones, contar la historia tal como me parece más creíble a partir de todo lo que se dice explícita e implícitamente. -¿Cuánta historia oral hay en la obra y cuánto trabajo de reconstrucción tuya? -No sé en términos de porcentaje, lo que puedo decir es que la historia oral me dio el horizonte ético de la anécdota, es decir, su significado dentro de la comunidad a la que pertenece, lo que la tragedia le hizo a los mineros, a sus familias, a nuestra memoria; y la investigación documental me permitió averiguar muchos detalles de cómo sucedió.“El incendio en la mina El Bordo” fue editado a finales de 2018 por la editorial española Periférica, que ha puesto en el mercado toda a obra de Herrera. Sin embargo, y por deseos del escritor, el libro llegará a México en marzo.“Desde que envié el libro a Julián Rodríguez y Paca Flores, mis editores en Periférica, les dije que me interesaba mucho que hubiera una coedición mexicana. Periférica es una editorial extraordinaria, por su catálogo, por el respeto que tiene dentro del campo literario hispanohablante, y en lo personal por la relación que hemos establecido, profesional y personalmente, de mucho afecto y respeto, pero aún no tiene la distribución que merece. Por eso les pedí que se hiciera esta coedición y que además hubiera una versión electrónica de descarga gratuita. El libro apareció por lo pronto en España mientras se hacían las negociaciones para que apareciera la coedición mexicana. A finales de marzo saldrá con la Cooperativa Editorial, de Guadalajara. Estoy muy contento por eso”.LEE MÁS CONTENIDOS DEL SUPLEMENTO TAPATÍO CULTURAL, CUADERNO DE LECTURA