Una vida tras las rejas fue el costo por su trayectoria como uno de los capos más mediáticos en el universo del narcotráfico. Más 30 años de prisión por violencia con armas. Joaquín Guzmán Loera, conocido como “El Chapo”, terminará sus días en la prisión ADX Florence, conocida como la cárcel más segura de Estados Unidos y la única con la etiqueta “Supermax”. Tres meses después de iniciado el juicio y más de dos años tras su extradición, finalmente Guzmán Loera sabe que su destino no está más en los campos de La Tuna ni en las costas de Sinaloa.Durante su proceso, realizado en la Corte Federal del Distrito Este de Nueva York, la periodista y politóloga Alejandra Ibarra fue una de las pocas que atestiguó las deliberaciones del caso.“Llegué a cubrir el juicio para RíoDoce; conocí a Ismael Bojórquez, el director, en un par de eventos en Columbia, donde yo trabajo; él fue a recibir una mención honorífica por su labor; mantuvimos el contacto a partir de que yo estoy trabajando en un proyecto de violencia contra periodistas en México; e Ismael me extendió la invitación para cubrir el juicio para ellos”.Alejandra, quien trabaja en el tema de la violencia contra el periodismo y los periodistas en el país, presenció los quiebres del hombre que fue considerado como el criminal más peligroso y uno de las figuras totémicas del narcotráfico en México.“Fue toda una experiencia llegar ahí con la información que tienes como mexicana, como politóloga, como alguien que consume medios y que ha leído y visto tanto sobre ‘El Chapo’, incluso las series de tele. Llegar y empezar a entender que es un ser humano con una serie de decisiones que lo llevaron hasta ahí, a hacer cosas horribles pero también alguien que tiene muchos matices, como el querer mucho a su familia”.Guzmán Loera declaró durante el juicio que estar encarcelado en Nueva York, fue “de lo más inhumano que he pasado en mi vida”, y añadió, quejándose de que tenía que beber agua sucia y que durante su encierro se hacía tapones de oídos con papel higiénico para mitigar el ruido producido por los ductos de ventilación. Además denunció que no le dejaron abrazar a sus hijas mellizas, y que su esposa Emma Coronel nunca pudo visitarlo.Y señala que durante los días de audiencia, la sala donde se llevó el proceso se transmutaba con aparente normalidad en un espacio de trato entre los asistentes al juicio. “Había una convivencia intensiva y directa con los involucrados. Yo narro que en algún momento para ir al baño me tocaba hacer fila con la fiscal y Emma Coronel; en ese sentido se deja de percibir como un juego de gente ajena y diversa. Todo mundo estaba ahí por diferentes razones”.Tras la sentencia dictada contra Guzmán Loera, queda un halo de teatralidad en el que el Gobierno de Estados Unidos ejerce de justiciero y México sólo es un testigo silente, uno que desconoce el final de una puesta en escena sangrienta y con su territorio a cielo abierto por las miles de fosas que ha dejado la guerra contra el narco.“Durante el juicio me preguntaba qué tanto es justicia para México. Los problemas más grandes que nos aquejan como país: impunidad, violaciones a los derechos humanos, las personas desaparecidas, las fosas; todo eso no se toca en el juicio. Fue complicado entender que era un proceso judicial por tráfico de drogas y que no iba a ofrecer respuestas de lo que más nos importa. Creo que el juicio fue muy político, que le sirve a Estados Unidos para poder decir que atraparon al gran villano y felicitar a sus instituciones de justicia”, señala la periodista.Advierte, además, que el fallo contra el oriundo de La Tuna, Badiraguato, poco o nada cambiará la situación que viven los periodistas que cubren el tema. “La violencia contra periodistas es un problema muy agudo que sigue incrementándose; es más complejo y no sólo del crimen organizado, su principal raíz está en la impunidad y en la corrupción que viene de la mano. Mientras no se esclarezca quiénes fueron los asesinos materiales e intelectuales seguirá siendo muy sencillo asesinar a un periodista. En ese sentido el juicio enturbió el caso del asesinato de Javier Valdez. El que extraditen a los narcos no creo que resuelva este problema”.Estados Unidos anunció que el narcotraficante Joaquín “El Chapo” Guzmán ya habita la principal cárcel de máxima seguridad, conocida como el “Alcatraz de las Rocallosas”.El abogado de Guzmán, Jeffrey Lichtman, dijo que horas después de ser sentenciado, un helicóptero se llevó a “El Chapo” hacia Colorado.En la mayoría de los casos pasa un tiempo entre la lectura del fallo de los acusados y la decisión de la Oficina de Prisiones sobre dónde estarán recluidos. Lichtman comentó que quedó claro que había un plan preparado “para sacarlo de la ciudad de Manhattan en cuanto fuera posible”.En el “Alcatraz de las Rocallosas” también están Ted Kaczynksi, “Unabomber”; el atacante del maratón de Boston, Dzhokhar Tsarnaev; el conspirador del 11 de septiembre, Zacarias Moussaoui y el cómplice del ataque con bomba en Oklahoma City, Terry Nichols.Los prisioneros más peligrosos están confinados 22 horas y media al día en una celda de concreto y acero de 2.1 por 3.6 metros.El Gobierno estadounidense asegura que “El Chapo” introdujo o intentó introducir mil 213 toneladas de drogas en Estados Unidos durante un cuarto de siglo, así como 222 kilos de heroína, casi 50 toneladas de marihuana y “cantidades” de metanfetaminas. Fue extraditado a Estados Unidos en enero de 2017, y desde entonces estuvo encarcelado en aislamiento casi total en la prisión MCC, sin luz natural ni aire fresco y sin poder hacer ejercicio al aire libre.Estados Unidos anunció que el narcotraficante Joaquín “El Chapo” Guzmán ya habita la principal cárcel de máxima seguridad, conocida como el “Alcatraz de las Rocallosas”.El abogado de Guzmán, Jeffrey Lichtman, dijo que horas después de ser sentenciado, un helicóptero se llevó a “El Chapo” hacia Colorado.En la mayoría de los casos pasa un tiempo entre la lectura del fallo de los acusados y la decisión de la Oficina de Prisiones sobre dónde estarán recluidos. Lichtman comentó que quedó claro que había un plan preparado “para sacarlo de la ciudad de Manhattan en cuanto fuera posible”.En el “Alcatraz de las Rocallosas” también están Ted Kaczynksi, “Unabomber”; el atacante del maratón de Boston, Dzhokhar Tsarnaev; el conspirador del 11 de septiembre, Zacarias Moussaoui y el cómplice del ataque con bomba en Oklahoma City, Terry Nichols.Los prisioneros más peligrosos están confinados 22 horas y media al día en una celda de concreto y acero de 2.1 por 3.6 metros.