Una tarde de ensueño es la que ofreció el escritor rumano Mircea Cărtărescu durante la tercera jornada de actividades de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), pues siendo protagonista del foro “Mil Jóvenes con…”, no dudó en revelar todas esas curiosidades y anécdotas de su infancia y adolescencia que lo llevaron a ser un verdadero obsesionado de la literatura y todo aquello que pueda leer, aunque se trate de una caja de detergente.Ante un Auditorio Juan Rulfo abarrotado, Mircea Cărtărescu convivió con jóvenes estudiantes y apasionados de sus obras, y apelando a ofrecer una charla en su natal idioma rumano y apoyado por su editora y traductora Marian Ochoa de Eribe, el actual ganador del Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances 2022 detonó una tarde risas y reflexión sobre cómo descubrió el mundo de las letras.Recapitulando un poco sobre sus orígenes, Cărtărescu, nacido en Bucarest, memoró las complejidades de su niñez destacando que, contrario a lo que algunos pueden pensar sobre Rumania, éste el país más pobre de Europa, y puntualizó que de los 20 millones de habitantes, cinco millones han migrado, pues ante las dificultades económicas y políticas “todo el mundo se quiere marchar”.Partiendo del contexto de Rumania, Cărtărescu señaló el ambiente humilde de su familia con un padre obrero de una fábrica de tranvías que después transitó hacia el periodismo agrícola y fue clave para que él ahora sea escritor, y una madre tejedora, recordó la precariedad que vivió, pues compartía la misma habitación con sus padres, “no había ninguna comodidad”, subrayó al explicar que a la par de esta situación, los recursos no daban para la compra de libros, o que al menos no eran una prioridad, sin embargo, a través de los periódicos que llevaba su padre, es que comenzó a identificar esos signos negros impresos que hoy lo acompañan a todos lados.“Empecé una fascinación por las letras escritas que no me ha abandonado jamás. En casa no teníamos ningún libro, pero mi padre, de vez en cuando, llevaba un periódico. Cuando yo veía un periódico me abalanzaba sobre ese periódico, veía unos signos negros y no sabía qué eran, y poco a poco empecé a distinguirlos (…) desde entonces concibo esta fascinación absoluta por todo aquello que sea escrito. No puedo comer sin leer, siempre tengo un libro junto a mí, cuando voy al baño, perdonen ustedes, sigo leyendo. Si no tengo un libro, leo lo que ponen en las cajas de detergente, así es este placer por la lectura que me ha acompañado toda la vida”.Cărtărescu recordó que si bien su padre no fue el mejor ejemplo de lo que hoy se considera un gran lector, tras situarse como periodista, en ocasiones, ante la falta de pago en dinero, recibía libros que figuraron como el primer contacto un poco más formal con la literatura, teniendo en aquellos años lecturas variadas con textos referentes a Thomas Alva Edison, de viajes o de bachillerato por ejemplo, pero cuando comenzó a ganar dinero, emprendió su propia biblioteca personal con la consigna de devorar cada libro “hasta hacerlos polvo, destrozarlos”, pues leía hasta nueve horas al día.Aunque el idioma pudiera figurar como una de las principales diferentes entre su país de origen Rumania y el país que hoy lo alberga: México, Cărtărescu resaltó que existen muchas similitudes con Latinoamérica, puntualizando que en ambas regiones del mundo existe una gran brecha entre los más ricos y los pobres, situación que también remarca las injusticias sociales, sin olvidar que tanto Rumania como diversos países de América Latina han sufrido dictaduras horribles. No obstante celebró que una de las similitudes que más disfruta y con la que más se identifica es la cultura y la pasión literaria.“Somos latinos, somos exuberantes, estamos llenos de vida y procuramos hacer de cada uno de los días de nuestra vida una especie de fiesta, y eso se puede en nuestra literatura. Los rumanos al igual que los mexicanos tienen una literatura basada en la imaginación en donde puede pasar cualquier cosa”, y así es como Cărtărescu nombró a los escritores mexicanos Juan Rulfo y Carlos Fuentes hasta llegar a Jorge Luis Borges y su gusto particular por obras como “El Aleph”.Cărtărescu enfatizó que “toda la gente joven intenta escribir en algún momento”, y en su caso detalló que a los 9 años comenzó en el oficio y vocación que hoy lo tiene recorriendo el mundo, debutando entonces con una novela que logró construir con nueve páginas al considerar que ya tenía la capacidad de crear diálogos y acciones, sin embargo, su inocencia topó con el primer conflicto creativo al señalar que entonces no tenía ni la más remota idea de cómo describir las cosas, por lo que dibujar aquellas palabras ausentes fue su mejor solución..Entusiasmado por la oportunidad de dialogar directamente con sus lectores y jóvenes estudiantes, Cărtărescu fue cuestionado sobre las diversas lecturas que surgen partiendo de la experiencia del autor y lo que busca e intenta comunicar, pero también de cómo el lector se adueña de la historia no solo dando nuevos enfoques a los leído, sino hasta complementar o crear una nueva historia al imaginarla y leerla desde su propia experiencia.“Existen dos maneras de leer un libro, puedes leer libros para entretenerte, los lees en la cama, en el móvil, de todas formas posibles para pasar el rato. Algo verdadero, es que la literatura es el mejor entretenimiento posible, porque no existe ninguna otra forma de arte que exija la contribución de la mente como lo hace la literatura”, dijo Cărtărescu.“Quien lee un libro, también crea la mitad de ese libro, es decir, es un co-autor del libro, no existen los lectores pasivos (…) cada uno lee un libro diferente. El escritor nos da un esqueleto del libro y la carne la ponemos nosotros”.MF