Javier Peñalosa se observa con ciertas distorsiones, se autodefine como alguien con un gusto por imaginarse distintos escenarios y esto fue algo que hacía desde que era niño.“Me imaginaba cosas o muy dramáticas, o muy heroicas. Soy muy inquieto, me gusta mucho moverme. Practico boxeo, futbol, squash, siempre que puedo utilizo la bicicleta. Soy alegre, me gusta ser generoso, compartido. Siento que, si guardo lo que tengo, se encoge, y si lo doy, se multiplica.”Su acercamiento con la literatura lo considera que fue con algo de suerte, pues en su casa había gente a la que les gustaba acomodar palabras, así lo define él. Su abuela de 98 años es una muy buena escritora y poeta, su abuelo también fue escritor, entonces cuando él era pequeño, a su abuelo le dio polio y lo dejó en silla de ruedas. Esta situación implicó que su padre fuera su brazo derecho y entonces redactara los artículos para el periódico, y es justo ahí donde empezó ese acercamiento.“Cuando le pedía dinero a mi papá, me ponía de condición ayudarle a corregir textos, ortografía, a editar notas... Ahí con mi papá fui aprendiendo, como él lo hizo, el oficio de “acomodar palabras”. Ayudado por mi gran imaginación, comencé a escribir mis historias”.Años después, el proceso creativo de contar historias se volvió bastante caótico, asegura el escritor. A veces inicia una historia con una imagen y a partir de ahí se formula preguntas y las respondo él mismo. Años después la FIL Guadalajara brinda una oportunidad por contar una nueva historia a los lectores, en este caso “La liberación de los parques”, una historia que sin duda también invita a reflexionar sobre la consciencia ambiental actual. “Considero que es un tema muy importante que nos va tocar ir resolviendo a todos juntos los próximos años.”Javier le encantaría que esta historia pudiera llegar a muchos jóvenes y que la disfruten. Que los haga pensar y reflexionar; imaginar nuevas formas de vivir este presente y muchas nuevas formas para imaginar el futuro.
