La Ciudad de México es un espacio que a medida que se recorre, se expande, muestra sus rostros y su eterna capacidad de reconstruirse. Ciudad que se ha levantado de dos terremotos, que resiste a la llegada de cientos de mexicanos en busca de oportunidades. Megalópolis que acoge los poderes del país y que consume la mayoría de los recursos que este aporta.Sobre ese monstruo capaz de ofrecer un abrazo maternal a quien la busca es a quien Juan Villoro dedica “El vértigo horizontal”, editado bajo el sello de Almadía y El Colegio Nacional. A más de una semana de conmemorado el sismo, el segundo ocurrido un 19 de septiembre, el narrador y cronista habla sobre el proceso de crear el libro.“El libro amenazaba con expandirse tanto como la ciudad misma, y el hecho de que ahora ya seamos un Estado y tengamos una Constitución, le da un cambio. Sin embargo, el punto final no fue ese, sino el terremoto. El final se lo puso la tierra misma que nos recuerda que ese es el límite infranqueable que todos tenemos”.Citadino recalcitrante, Villoro se asume como capitalino por la empatía y no por el orgullo centralista de una metrópoli acostumbrada a poseerlo todo. “La Ciudad de México a pesar de inconmensurable también es mi casa, es el lugar al que pertenezco, es el lugar al que siento que regreso. Tú te puedes ir muchas veces a otra ciudad pero sólo hay una a la que regresas, como en ‘La Odisea’. Yo aprendí a caminar en Guadalajara, mis primeras memorias son de Guadalajara, pero he vivido en Berlín, en Barcelona, en Estados Unidos, sin embargo sólo me siento de la Ciudad de México porque es el lugar que me consta con más fuerza. Termino el libro diciendo que eres del lugar donde recoges la basura, y después del terremoto todos salimos a la calle como pordioseros a recoger lo que podíamos recuperar y eso nos volvió parte de ella. Creo que podemos estar más orgullosos de eso que de los palacios y los edificios”.“El vértigo horizontal” reúne crónicas y perfiles de los habitantes de la Ciudad. Aparecen seres invisibles, barrios escondidos, ceremonias, monumentos y sitios de interés, todos atravesados y comunicados por el Metro capitalino.“Empecé a escribir crónica sin pensar que tendría un libro entre manos. La más lejana es de 1994, fueron más de 20 años trabajando en el tema. Hace como ocho años pensé que esto podría ser un libro y me planteé cómo estructurar un texto de esta naturaleza: fue que el lector pudiera seguirlo como se recorre una ciudad: por los distintos itinerarios que puedes tener junto con la percepción fragmentaria que tienes de ella”.Ciudad reticente y caótica, para Villoro no hay mejor manera de adjetivarla que recurrir a un icono del rock: Janis Joplin. “Una de las características de vivir en una ciudad como México es que la amas y todos los días juras abandonarla. Es como enamorarse de Janis Joplin, es una mujer maravillosa, fantástica, y dices: estoy enamorado pero ya no puedo más. Enrique Vila-Matas dijo que Barcelona era la ciudad nerviosa, la “Madame Bovary” de las ciudades; para nosotros la Ciudad de México es la Janis Joplin: te gusta pero ya no la aguantas en su abrazo amoroso de todos los días”. Villoro reúne más de 40 textos desde distintas perspectivas, a veces escribe desde la mirada fugaz que contempla un hecho que será olvidado al momento siguiente o se adentra en historias que permanecen como marca cultural para los capitalinos. “Hay dos maneras de manifestar la atención narrativa: una es muy íntima, y yo quería que fuera muy personal para hablar de mi infancia, mi barrio, el descubrimiento de la adolescencia, el inicio de la militancia política, hechos de la vida más urbanos. Pero también quería una mirada distanciada, más propiamente la del cronista de temas que le son cercanos informativamente pero que no ha vivido: la mirada que puede tener un testigo o un colado. Ahí he trabajado más en clave periodística. Hice entrevista con niños que viven en la calle, visité a luchadores que viven en el pancracio, fui a la Semana Santa en Iztapalapa… En fin, recorrí los distintos espacios de los que yo no soy protagonista pero trato de documentar para entenderlos. El libro tiene esos dos registros”. Además, “El vértigo horizontal” retrata, no sólo a manera de prosa, la Ciudad de México en sus arterias: hombres y mujeres aparecen en fotografías que muestran la evolución de la capital. Desde el 1 de septiembre, la Ciudad de México cuenta con Constitución propia y es una Entidad federativa más. Ya no es el distrito donde residen los poderes de la Unión, sino un Estado con obligaciones y derechos como todos. “Es un cambio importante, yo estuve en el equipo ciudadano de 28 personas que hicieron el borrador de la Constitución de la Ciudad de México. Ya no somos subsidiarios del poder federal sino que somos los anfitriones del poder. Al inicio de las discusiones que tuvimos preguntamos quién calificaba como habitante de la ciudad, porque ser citadino es muy fácil: a quien se le da su regalada gana es de aquí. Decidimos que cualquiera que esté en la ciudad por solo el hecho de estar aquí”.MÁS CONTENIDOS DEL SUPLEMENTO TAPATÍO